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una Ventana desde Madrid

Andalucía

Sevilla (IV): siglo XIV, Sevilla gótico-mudéjar (I)


Resumen histórico



Aunque a finales del siglo XIII, tras el cruce del Estrecho de Gibraltar por los benimerines1, el territorio de la Corona de Castilla sufrió varias incursiones musulmanas, el poder militar de estos nuevos invasores no fue suficiente para frenar las ganancias territoriales que los reyes castellanos Sancho IV “el Bravo” (1284-1295) y su hijo Fernando IV “el Emplazado” (1295-1312) lograron durante sus respectivos reinados, entre los que destacan, respectivamente, las conquistas de Tarifa, en 1273, y de Gibraltar, en 1309.

Sevilla, Fachada principal del Palacio Mudéjar

Fachada principal del Palacio Mudéjar.

Recorramos, a continuación, centrándonos en Sevilla, los diferentes reinados de los reyes castellano-leoneses durante el siglo XIV.

En 1310, Fernando IV concedió al concejo de la ciudad de Sevilla el poder de recaudar y administrar los impuestos, un privilegio que, de inmediato, levantó la codicia de las principales familias nobiliarias de Sevilla, entre las que destacaban las de los Guzmán, los Ponce de León o los de La Cerda, entre otros, que pugnaron, durante este siglo y el siguiente, por hacerse con el gobierno municipal.

Alfonso XI “el Justiciero” (1312-1350), hijo de Fernando IV, procuró dar, mediante varias ordenanzas, el gobierno de la ciudad a los caballeros, con lo que, al mejorar así la situación de la pequeña nobleza, reforzaba su autoridad con respecto a las principales familias aristocráticas. Además, durante su reinado, tuvo lugar, el 30 de octubre de 1340, la batalla del río Salado, en la que tropas castellanas y portuguesas vencieron a las del Reino de Granada y a los benimerines en el mayor enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que había habido desde la batalla de las Navas de Tolosa. A partir de entonces, ya no habría más invasiones norteafricanas de la península ibérica.

Pedro I (1350-1369) “el Cruel”, para algunos, o “el Justiciero”, para otros, continuó con la política de su padre de apoyar a la pequeña nobleza, pero dados los actos de tiranía y brutalidad que cometió, a veces llevó a cabo algunas injusticias. No hay que olvidar que Pedro I ejecutó, entre otros, a su esposa, Blanca de Borbón; a sus hermanastros, don Fadrique Alfonso de Castilla, don Juan Alfonso de Castilla y don Pedro Alfonso de Castilla; a Alonso Fernández de Coronel; y a Juan de La Cerda. La guerra con su hermanastro Enrique de Trastámara, uno de los diez hijos extra-matrimoniales que Alfonso XI tuvo con la noble sevillana Leonor de Guzmán, terminó con la derrota y muerte de Pedro I a manos de Enrique, quien accedió así al trono como Enrique II (1369-1379) “el Fratricida” (por la muerte de su hermano), o “el de las Mercedes”4 (por las muchas que repartió para llegar a ser rey), fundador de la dinastía Trastámara.

No obstante, hay que resaltar lo que Pedro I significó para la ciudad de Sevilla ya que, dejando a un lado las leyendas sobre él y sus actuaciones, de las cuales hay bastantes, este soberano, apasionado del arte musulmán, reconstruyó el Alcázar de Sevilla, levantando allí su palacio en estilo mudéjar5, un estilo del que se nutrieron diversos templos de Sevilla construidos durante su reinado, como podremos ver en una próxima página dedicada a las iglesias sevillanas del siglo XIV.

Sevilla, Sala de Embajadores

Sala de Embajadores.

Enrique II, debido a la forma en que llegó al trono, no dispuso de la misma autoridad que sus dos inmediatos antecesores tuvieron sobre la alta nobleza, viéndose obligado a ceder ante ellos con la concesión de más señoríos y privilegios. Juan I (1379-1390), su hijo y sucesor, no pudo cambiar esta situación, aumentando el poder que la alta nobleza tenía sobre el municipio de Sevilla. Debido a los intereses contrapuestos de los sectores de la nobleza, durante este reinado, en 1382, y a lo largo del siguiente, de 1391 a 1394, y en 1398, se sucedieron diversos enfrentamientos entre ellos por lograr el control de la ciudad.

A la muerte de Juan I, accede al poder su hijo, Enrique III “el Doliente” (1390-1406), llamado así por su mala salud. Dado que Enrique III sólo tenía 11 años cuando accedió al trono (había nacido el 4 de octubre de 1379), no dispuso realmente de autoridad hasta el 2 de agosto de 1393, con 13 años de edad. Aún así, tuvo más autoridad que su padre y su abuelo, quitando privilegios a la nobleza y potenciando el papel de los corregidores6 como representantes del rey en los municipios. Una figura que para Sevilla significaba terminar con los enfrentamientos entre las distintas familias de la nobleza, en particular entre los Guzmán y los Ponce de León, pero que, como veremos en la página dedicada al siglo XV en Sevilla, no tuvo continuidad durante el reinado de su hijo Juan II (1406-1454).

Durante el reinado Enrique III, concretamente en 1391, se produjo el asalto a la judería de Sevilla por parte de los cristianos de la ciudad, quienes, en un período de crisis económica como el que estaban atravesando y predispuestos en su contra por el arcediano7 Ferrán Martínez, encauzaron su odio hacia los judíos, al ser éstos quienes cobraban los impuestos y disponían de dinero. De este modo, dicha judería, que durante este siglo llegó a reunir en su seno a unas dos mil personas, vio disminuir su población hasta unas setentas familias al escapar muchos judíos de la ciudad y convertirse bastantes otros ante el miedo a ser perseguidos. No obstante, según otras fuentes, fueron cuatro mil los judíos asesinados, con lo que, conforme a esta última cifra, su población debía de ser muy superior a los dos mil habitantes antes mencionados.

A lo largo del siglo XIV, debido a varias epidemias (como la de 1361, que se cree fue de tifus; la de 1362, de paludismo; la de 1363; de viruela; o la de 1381, de cólera) o a las hambrunas (como las de 1302, 1311, 1343, 1355 a 1356 y 1375), la población sevillana disminuyó desde las aproximadamente 24.000 almas que se contabilizaban tras la repoblación cristiana hasta las 15.000 de que constaba en esta centuria.

En 1390, Sevilla estaba dividida en las siguientes veinticuatro collaciones9: San Bartolomé, San Esteban, San Ildefonso, San Julián, San Román, Santa Catalina y Santa Lucía, al Este; San Clemente, San Francisco, San Lorenzo, San Miguel, San Vicente, Santa María la Mayor, Santa María Magdalena y Santiago el Viejo, al Oeste; y Omnium Sanctorum, San Andrés, San Gil, San Isidoro, San Juan, San Marcos, San Martín, San Salvador y Santa Marina, entre ambas agrupaciones.

Sevilla, Sala colateral (Sur) a la Sala de Embajadores

Sala colateral (Sur) a la Sala de Embajadores.

Termina el siglo con el terremoto de 1396 que destruyó la iglesia de San Salvador, derribó el cupulín de azulejos de la Giralda, con lo que las cuatro grandes bolas de bronce dorado que remataban este alminar10, el yamur12 (1390-1406), se desprendieron, haciéndose pedazos al chocar contra el suelo. El yamur sería sustituido inicialmente por un campanario de madera que, a su vez, se retiraría para la construcción de una espadaña sobre cuatro pilares en la que situar la campana. En el año 1400, se colocaría, además, en la Giralda el primer reloj público de la ciudad.

El seísmo dejó dañados, asimismo, un gran número de edificios de la ciudad, entre los que cabe citar la iglesia Mayor, o antigua mezquita aljama13, que, al no poder repararse, motivó que a principios de la siguiente centuria, en 1401, se decidiese la construcción de una nueva catedral.

A lo largo de esta página, veremos algunos de los edificios que fueron construidos durante este siglo XIV. Concretamente, en este reportaje trataremos los conventos y los edificios civiles que han llegado a nuestros días, mientras que en una próxima publicación, conoceremos las iglesias que vieron la luz en esta centuria.


* * *

Conventos del siglo XIV



Sevilla, Convento de la Encarnación

Convento de la Encarnación.

Iniciaremos nuestro recorrido a los pies de la Giralda, entre las plazas Virgen de los Reyes y del Triunfo, lugar donde se levanta el Convento de la Encarnación. Sin embargo, su origen hay que buscarlo a aproximadamente un kilómetro, en la Plaza de la Encarnación, lugar del que llegaron a ocupar las monjas de la Orden de San Agustín hasta tres cuartas partes de su solar, según nos cuenta Manuel Jesús Roldán en su libro “Conventos de Sevilla”.

Los orígenes del primer convento

El Convento de la Encarnación fue fundado en el año 1591, si bien hemos decidido incluirlo en esta página debido a que el edificio que ocupa ahora, incluyendo su iglesia, datan en buena parte del siglo XIV, tal y como veremos más adelante.

Como decimos, la fundación fue en 1591, año en que fallece su fundador, Juan de la Barrera, hombre adinerado de Sevilla que había participado “en las conquistas de las Indias de Occidente”, tal y como señala el historiador Diego Ortiz de Zúñiga, y que quiso emplear su herencia de dicha manera al carecer de sucesor. Asimismo, estipuló ser enterrado en la Capilla Mayor del edificio religioso, que en el retablo mayor habría una representación del tema de la Encarnación y que se consagrarían dos altares a los Santos Juanes (San Juan Bautista y San Juan Evangelista, de gran devoción durante la Edad Moderna en los conventos sevillanos). Poco después, en 1598, la puerta principal del convento ya estaba terminada, habiendo participado en su realización Alonso de Vandelvira, Andrés de Ocampo y Martín Alonso de Mesa. Dos años más tarde, en enero de 1600, el Papa Clemente VII concederá una bula14 con la que se llevará a cabo la fundación en sí, siendo elegida como primera abadesa una monja del convento de Santa María de las Dueñas, actualmente desaparecido y por entonces ubicado en las proximidades del Palacio de las Dueñas.

No fueron años fáciles para la comunidad religiosa en lo que se refiere a su situación económica, posiblemente, como indica Roldán, “por una mala gestión”, llegando a ser sus bienes embargados por las deudas. Esto mejoraría con el cambio de administrador del convento, quedando las propias monjas al frente de la gerencia y pudiendo llevarse a cabo a mejor ritmo obras pendientes, como la decoración de la iglesia, con la construcción del retablo mayor, o la ampliación del convento con la compra de casas nuevas. Sin embargo, las malas noticias volvieron cuando tuvieron que cambiar la madera del retablo mayor por hallarse ésta afectada por polillas; el nuevo material sería madera de pino de Flandes, siendo comprado gracias a la aportación hecha por una hermandad del cenobio que, debido a esto, tuvo que renunciar a los planes que tenían de construir unas celdas nuevas. Las obras en el retablo corrieron a cargo de Francisco Dionisio de Ribas, quien citó en su testamento (1679) que, a pesar de haberlo finalizado, aún no había cobrado por ello; formalizado el pago, el estofado15 y el dorado serían, en 1693, de Miguel de Parrilla.

A comienzos del siglo XVIII, el convento pasaba nuevamente, y tras una serie de gastos extraordinarios, por dificultades económicas tan serias que las monjas tuvieron incluso que utilizar las dotes para comprar comida. También pidieron ayuda al cabildo eclesiástico, pero éste no dio respuesta, lo que conllevó que las trece religiosas que en aquel momento formaban la comunidad organizaran una procesión hacia la sede del Arzobispado. Por el camino, fueron interceptadas por el deán17 catedralicio, que las condujo hasta la Catedral y, desde allí, ordenó que éstas fueran llevadas de vuelta al convento en coches de caballos para evitar que fueran vistas. Aquel acto tuvo consecuencias malas y buenas: por un lado, la abadesa fue destituida y el abad, prendido, y por otro lado, los donativos serían finalmente aumentados en 200 fanegas18 de trigo y 200 ducados22.

Cuenta Manuel Jesús Roldán que “La situación debió mejorar a lo largo del siglo, especialmente tras la solución de un largo pleito con un heredero del antiguo patronato de la iglesia que demandaba presunto (sic) derechos”. Así, a finales de siglo, se llevan a cabo obras de reforma en el edificio; en 1792, se funde una nueva campana; y en 1807, se renueva la custodia23 por otra hecha por el platero Juan Ruiz en plata y oro, 332 diamantes, 88 esmeraldas y otras piedras preciosas, elemento hoy desaparecido.

Lamentablemente, los primeros años del siglo XIX no traerían sólo bonanza. Y es que el 1 de febrero de 1810, el ejército francés, en el marco de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), invade Sevilla, firmando en abril el propio Napoleón la expulsión de las monjas del convento para derribar éste y crear una plaza en el espacio que ocupaba, algo que también ocurriría, como indica Roldán, con “la Iglesia de Santa Cruz y con la antigua parroquia de la Magdalena”. Aunque en un primer momento se barajó la posibilidad de que la congregación se fusionara con las monjas del Convento de la Paz, también agustinas, las religiosas fueron finalmente llevadas al ex convento de los Terceros, hoy sede de la Hermandad de la Sagrada Cena. Una vez allí, el primitivo Convento de la Encarnación sería parcialmente derribado, perdiéndose, asimismo, numerosas obras de arte, como un lienzo de la Inmaculada de Juan de Roelas que hoy día se puede contemplar en el Staatliche Museum de Berlín y que entonces presidía el retablo bajo el que reposaban los restos del venerable24 Fernando de Mata.

Tras la vuelta de Fernando VII y el regreso de la Orden Tercera a su convento, las agustinas de la Encarnación deberán buscar una nueva ubicación. Después de la negativa a que se quedasen en el convento y hospital de San Antonio Abad, será el cardenal y arzobispo de Sevilla Francisco Javier Cienfuegos Jovellanos (Oviedo, 12 de marzo de 1766-Alicante, 1847), sobrino del político Gaspar Melchor de Jovellanos, quien se convierta en su gran mecenas, al hacerles entrega del Hospital de Santa Marta.

Sevilla, Plaza de Santa Marta

Plaza de Santa Marta.

El antiguo Hospital de Santa Marta

Según la fuente a consultar, la fundación del antiguo Hospital de Santa Marta data de 1385 o de 1404. Este segundo año coincide con la muerte del arcediano de Écija Ferrán Martínez, quien en su testamento dejó escrito sobre el edificio “que para siempre sea hospital en que se reciban los pobres de Jesucristo”, motivo por el cual, en ocasiones, esta fecha es tomada como el año fundacional del hospital. Lo que parece claro es que el inmueble (o inmuebles) donde estaba instalado fue construido en años anteriores en el lugar donde había estado la conocida como Mezquita de los Osos, de la que queda algún resto visible, y que, para la muerte de su fundador, éste ya funcionaba como hospital, uso que seguiría teniendo, al alimentar durante siglos a alrededor de entre 45 y 50 pobres al día.

La presencia del primitivo hospital nos la recuerdan la Plaza de Santa Marta, conformada en un pequeño adarve25 musulmán, y una portada sobre la que se abre una hornacina que acoge una imagen de Santa Marta y que flanquean sendos escudos con las patronas de Sevilla: Santa Justa y Santa Rufina. En la plaza, se alza el antiguo Crucero de San Lázaro, una cruz sobre un pedestal de mármol diseñada por Hernán Ruiz II y que fue trasladada a este lugar desde el primitivo camino de las afueras de la ciudad.

Sevilla, Antiguo Crucero de San Lázaro, obra de Hernán Ruiz II

Antiguo Crucero de San Lázaro, obra de Hernán Ruiz II.

El actual Convento de la Encarnación

La zona conventual de clausura no tiene la disposición que cabría esperar y que es habitual, debido a que el conjunto es, en la actualidad, el fruto de la adaptación de los edificios ya existentes y la anexión de otros solares colindantes que se han ido adquiriendo a lo largo del tiempo.

El acceso al convento se lleva a cabo por la puerta reglar26, en las proximidades de la Plaza del Triunfo, lugar en el que, a través del torno, se puede comprar lo que se conoce como “recortes”, es decir, los trozos sobrantes de las obleas con las que se hacen las hostias para la Eucaristía27 y cuya producción constituye el principal trabajo de las religiosas. A continuación, en el pasillo, hay un pequeño retablo barroco28 que presenta un relieve de Jesús Nazareno del sigo XVI; muy cerca, hay un altar del siglo XVIII que preside una talla de Cristo atado a la columna, flanqueada por las imágenes barrocas de San Fernando y San Juan Evangelista.

El claustro principal, también llamado Patio de la Inmaculada, fue construido en 1971 bajo la dirección de José Espiau y Manuel Tarascón, y, en él, se distribuyen las celdas de las agustinas. De planta rectangular, cuenta con dos plantas y fue realizado en hormigón, quedando los arcos de medio punto30 (tres en el lateral corto y cinco en el largo) y los soportales revestidos de ladrillo visto.

En el área de la escalera principal, cuelga un lienzo de 1761 con firma de N. Enrique en el que se representa a la Virgen de Guadalupe, mientras que en los pasillos se pueden contemplar otros cuadros, una Inmaculada (XVIII) y un San Antonio de Padua (primera mitad del XVII) atribuido a Juan del Castillo.

Asimismo, el cenobio atesora algunas piezas de orfebrería en su sacristía, como un cáliz de plata dorada de origen italiano y datado en 1684 o un relicario31 de filigrana33 de plata con forma de águila de dos cabezas, éste fechado en la segunda mitad del siglo XVII.

Finalmente, en el convento, hay también una zona de huerta y de jardín, donde, en una de sus alas, están instaladas las salas de labor de la comunidad religiosa. Aquí, se han conservado los restos de una torre que pudo haber pertenecido a la muralla musulmana defensiva interior, levantada alrededor de 1172, en época de Abu Yacub Yusuf (1163-1184).

Sevilla, Restos de la antigua Mezquita de los Osos

Restos de la antigua Mezquita de los Osos.

La iglesia

Hoy, la Iglesia del Convento de la Encarnación presenta unas trazas muy sencillas en su exterior y dentro, la planta es de una sola nave. La zona del presbiterio34 se corresponde con la de la antigua mezquita, habiendo sido, probablemente, una qubba35; aquí, la planta es cuadrada y la cubierta es una bóveda de ocho paños sobre trompas36. En cuanto a la única nave del templo, área que se correspondería con la fundación del hospital y, por tanto, datable de hacia mitad del siglo XIV, ésta se cubre con una bóveda con nervaduras37, destacando en ella las ménsulas43 que la sostienen, con los signos de los cuatro Evangelistas. Los coros alto y bajo fueron añadidos en el siglo XIX, con la llegada de las monjas agustinas al edificio; asimismo, en dicho momento se abriría una linterna44 en la cúpula, se realizaría la puerta de acceso que da a la plaza de la Virgen de los Reyes y se practicarían algunas reformas en la fachada, como la construcción de la espadaña que vemos en la actualidad.

El retablo mayor que hoy vemos es una estructura neoclásica recompuesta en el que se exhiben las esculturas procedentes del primitivo retablo mayor de la desaparecida iglesia del hospital, obra aquél de 1705 de Francisco de Barahona. Así, presidiendo el centro del conjunto, tenemos el grupo escultórico de autor desconocido que representa la Anunciación, o Encarnación, con la Virgen arrodillada y el ángel frente a ella. A ambos lados, se sitúan las tallas de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, conocidos como los Santos Juanes, y atribuidas al taller de Francisco Dionisio de Ribas. Formaron parte, como ya dijimos, del antiguo retablo, realizado entre 1674 y 1675, y que también contó antiguamente con otras imágenes de las que hoy no se tienen referencias, como la de San Agustín o la de San Pedro; de aquél sí que ha llegado a nuestros días dos casetones45 con imágenes relativas a la vida de Santa Marta y que se conservan en el banco del retablo actual: en uno, hay cuatro personas que cruzan el mar sobre una barca, pudiendo ser una representación de la llegada de la santa y sus hermanos a la Provenza; en el otro, se muestra la resurrección de Lázaro. Tanto los relieves del banco como la pequeña imagen de Santa Marta son obras de distintos artistas.

A ambos lados del retablo mayor, hay otros dos retablos de estilo neoclásico: el del lado derecho, con San José y el Ángel de la Guarda, ambas tallas del siglo XVIII, y con San Antonio de Padua, del XIX; y el del izquierdo, con San Vicente Ferrer y San Agustín, del siglo XVIII, y con un pequeño Cristo atado a la columna, del XIX.

Ya en la nave, el resto de altares y retablos son del mismo estilo que los ya vistos. En el lado del Evangelio48, vemos a la Inmaculada, a San Francisco de Paula y a Santa Teresa de Jesús, mientras que en el lado de la Epístola, se muestra uno de los grupos de mayor interés de la iglesia: se trata de un Calvario del siglo XVII formado por la imagen del Crucificado, la de la Virgen a sus pies, la de María Magdalena de rodillas abrazando la cruz y la de San Juan.

Asimismo, de los muros del templo cuelgan distintos lienzos de muy diferente factura, como los de las escenas de la Adoración de los Pastores, el Niño Jesús y San Juanito o la Epifanía. Por encima de la reja del coro, un cuadro nos muestra la Trinidad con San Agustín, Santa Mónica, Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás de Tolentino, “conjunto de santos de la orden agustina que”, como apunta Manuel Jesús Roldán, “parecen de finales del siglo XVIII”.

En el muro del lado del Evangelio de la nave, cerca del coro, se abre una capilla-confesionario de pequeño tamaño donde se pueden contemplar otras pinturas también del siglo XVIII, como la de una Inmaculada y las de los Arcángeles. En este espacio, una lápida nos recuerda al fundador del Hospital de Santa Marta con la siguiente inscripción: “Este hospital dotó el muy magnífico Sr. Don Ferrán Martínez, arcediano de Écija y canónigo de la Santa Iglesia de Sevilla, el cual falleció a 19 de agosto de 1405 (sic) años. Rogad a Dios por él”.

A los pies de la iglesia, se halla el coro, con una puerta a cada lado de la reja, una de las cuales es un comulgatorio49 muy elaborado artísticamente y profusamente decorado con rocalla50, motivos vegetales, espejos y diferentes reliquias. Sobre el hueco a través del cual se da la comunión a las religiosas, se ve el símbolo de la Orden Agustina, un corazón ardiente que, en este caso, se halla enmarcado por pinturas del siglo XVIII en las que se representa a San José con el Niño y a San Lorenzo siendo martirizado. Ya en el interior del coro, hay distintas obras de arte, como un conjunto escultórico de la Adoración de los Pastores que cobijan fanales51, columnas salomónicas52 y una ornamentación de rocalla de época posterior al grupo; si bien en ocasiones ha sido atribuido a Francisco Dionisio de Ribas, no se ha podido demostrar que formara parte del antiguo retablo mayor, por lo que se considera una obra anónima datada de la segunda mitad del siglo XVII. En las vitrinas-fanales que hay en los laterales, se puede ver a María Magdalena y a Santa María Egipciaca, mientras que en el resto de la estancia se disponen otras vitrinas que dan al espacio un aire completamente barroco conventual. Aquí, destaca también una talla de San Juanito que se sitúa sobre la reja del coro y que se suele atribuir a Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, conocida como La Roldana, primera escultora española registrada, así como una imagen orante de la Virgen (llamada popularmente “la porterita”), obra de la primera mitad del siglo XVII que en su día estuvo en la portería del convento. También es digno de mención el facistol56 central, coronado por una escena de la Encarnación, además de un relieve de la Virgen de la Misericordia, posiblemente de la segunda mitad del siglo XVIII, en el que se la representa arrodillada ante la Trinidad.

Por lo que respecta al coro bajo, éste queda iluminado por la luz que penetra a través de un gran óculo57 en la parte central de la cubierta y que lo comunica con el coro alto, donde se encontraron restos de pintura medieval gótica de finales del siglo XV que habían sido repintados hace siglos y, en algunas zonas, incluso picados para enlucir58 el muro. Como señala Roldán, en estas pinturas “se pueden ver algunas representaciones florales, de animales o de cresterías tardogóticas y que podrían ser relacionadas con las pinturas murales del monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce”.

Localización: Plaza del Triunfo, 3. 41004 Sevilla.


Sevilla, Puerta de acceso al compás del Real Monasterio de Santa Inés

Puerta de acceso al compás del Real Monasterio de Santa Inés.

El siguiente enclave es el Real Monasterio de Santa Inés, lugar que sirvió de ambientación al insigne escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer para una de sus famosas “Leyendas”: la de “Maese Pérez, el organista”. Dedicado a la virgen y mártir cristiana romana que sufrió la persecución del emperador de Roma Diocleciano, su imagen se puede ver en la hornacina que hay en la puerta de acceso al compás59. Ésta es una copia hecha en barro cocido de la que a mediados del siglo XV realizara Pedro Millán en madera policromada y que hoy se encuentra dentro del monasterio. Al fondo de dicho compás, entre pinturas murales, está el torno, mientras que en uno de los lados, se abre una puerta de estilo manierista62 y con la presencia del cordero, símbolo de la santa, que comunica con la iglesia.

La fundación del Monasterio de Santa Inés

El convento fue fundado por doña María Coronel, viuda de Juan de la Cerda, señor del Puerto de Santa María, III señor de Gibraleón y alguacil mayor63 de Sevilla que fue mandado ejecutar en la Torre del Oro por el rey Pedro I “el Cruel”, siendo sepultado en este cenobio. Tras enviudar, María Coronel huyó del monarca refugiándose en la Ermita de San Blas, situada en la Calle Feria y hoy desaparecida; más adelante, profesaría como monja en el Convento de Santa Clara, lugar en el que roció su rostro con aceite hirviendo con el fin de quedar desfigurada y, de esta manera, evitar que el rey pudiera reconocerla. Cuenta la leyenda que en un hueco del jardín de este convento floreció, como un milagro, súbita y rápidamente, la vegetación que la ayudaría a permanecer oculta del monarca.

Muerto Pedro I en 1369, sube al trono Enrique II de Trastámara, momento en que la familia Fernández Coronel recupera sus posesiones y María Coronel ve logrado su objetivo de fundar, en 1374 y en unos terrenos familiares, un convento de la Orden de Santa Clara, gracias a la autorización que el 2 de febrero de dicho año otorgó el arzobispo de Sevilla Fernando de Albornoz.

Los trabajos de construcción no se hicieron esperar, anexando a los terrenos de la familia otro donado por el cabildo en la conocida como Calleja de los Zapateros, además de llegar otra donación, esta vez de parte de don Juan Rodríguez Tello, en donde se levantaría la iglesia del monasterio.

En octubre del año siguiente, llegaría la bula del Papa Gregorio XI, que daría permiso para llevar a cabo la fundación.

Tal y como cuenta Manuel Jesús Roldán en su libro “Conventos de Sevilla”, “Allí descansaría María Coronel de su ajetreada vida y allí se conservaría su rostro quemado y su cuerpo incorrupto, visible cada año en la apertura de su urna el día 2 de diciembre”.

Las obras fueron a muy buen ritmo, pues en 1376, los primeros trabajos quedaron concluidos, constituyéndose la comunidad con 40 monjas procedentes de otros cenobios franciscanos, el de Santa Clara de Sevilla y el de Moguer (Huelva). Durante los siguientes años, contaría con varias donaciones y patrocinios de distintas casas nobiliarias, de entre todo lo cual destacarían los privilegios que fueron concedidos a la comunidad por los Reyes Católicos a finales del siglo XV. Cuenta Roldán que el convento llegaría a alcanzar tal prestigio que sería “uno de los más demandados por las damas de la nobleza sevillana” para profesar en él, llegando a estar formada la comunidad en 1608 por hasta 80 religiosas. Tal fue su buena posición económica, que conseguiría sobrevivir a las crisis del siglo XVIII y escapar tanto de la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia Española como de las desamortizaciones65 del XIX.

El descenso de vocaciones en el siglo XX conllevó que se vendiera una parte adosada a la Parroquia de San Pedro, zona en la que se instaló un aparcamiento público. Además, en la década de los 90, el monasterio llegaría a un acuerdo con la Junta de Andalucía para ceder algunas de sus galerías (el ala donde se situaban los antiguos dormitorios), que se convertirían en espacios expositivos.

El conjunto del Real Monasterio de Santa Inés está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde el año 1983.

La zona conventual

Antes de conocer el convento, merece la pena mencionar que, a través de su torno, se pueden comprar algunos de los diferentes dulces que elaboran sus monjas, como las tortas de polvorón, los cortadillos, las pastas de Santa Inés, los pestiños durante la Cuaresma, etc. En la zona del torno, también es posible ver los restos de algunas pinturas murales, como una Inmaculada o una Santa Clara con el ostensorio66.

El recinto conventual ocupa una notable extensión de terreno y, en total, la clausura queda organizada en torno a varios patios y claustros: al Norte, está el patio del noviciado y las huertas; al Este, quedan los dos compases con que cuenta con conjunto, el de acceso a la iglesia y el del convento; al Sur, se hallan los patios del obrador y la Camarilla; y, por último, al Oeste, se abre el claustro principal, o del Herbolario.

El noviciado se construyó en parte de lo que hasta entonces había sido una casa mudéjar, distribuyéndose en torno a un pequeño patio. Las dependencias, muy reformadas, daban a la antigua huerta. Del noviciado alto, surge un pasadizo que atraviesa la nave de dormitorios y que comunica con el claustro principal a nivel de entreplanta.

El acceso al patio del obrador se hace cruzando la logia68 que hay en el compás del monasterio. El espacio es de pequeño tamaño, siendo uno de sus lados parte de la medianera69 Sur del cenobio. Cuenta con una doble arcada en dos de sus laterales y, en él, se encuentran las dependencias donde se elaboran los famosos dulces de los que hablábamos antes, como la cocina, el horno, los almacenes, etc.

El claustro de la Camarilla es un patio intermedio en torno al cual quedan distribuidas, en la parte de abajo, la enfermería, la cocina y la sala de ordenación, mientras que en la de arriba están la mayoría de celdas de las monjas. Es de planta rectangular y cuenta con una doble galería porticada en tres de los laterales, mientras que el cuarto, en la parte superior, tiene un tabique en el que se abren varios balcones. La parte porticada presenta columnas renacentistas de mármol que sustentan arcos de medio punto peraltados70 enmarcados por un alfiz71. En este espacio, resaltan los marcos de yesería que tienen algunos de los vanos75, éstos de distintos estilos, pues podemos ver algunos renacentistas, con grutescos76 como ornamentación, y otros, próximos al barroco, quizás relacionados con las obras de Francisco de Herrera llevadas a cabo en 1630. En este claustro, también es posible contemplar algunos restos de pintura mural reseñables en la planta de arriba, tanto en algunas de sus paredes como en el intradós77 de diversos arcos; éstas pinturas muestran imitaciones de un artesonado y una especie de remate de un zócalo desaparecido.

Al piso bajo del patio donde nos encontramos, y a modo de transición entre los claustros, se abre la conocida como sala de ordenación que citábamos antes, una dependencia de planta cuadrada que rodea un banco corrido y que, una vez más, está ornamentada con azulejos del siglo XVI. El nombre le viene de tiempo atrás, cuando la comunidad de religiosas era más numerosa y era aquí donde se ordenaban cortejos78 en actos comunitarios. Es usada también como sala capitular. La habitación está presidida por un retablo de pinturas, obra del siglo XVIII de Domingo Martínez; en él, se representa la Sagrada Familia y, a sus pies, hay un ángel con una cartela79 y una inscripción que, traducida, dice “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. La escena central que enmarcada, como si de cuerpos de retablo se tratara, por las figuras de los arcángeles San Miguel, San Gabriel, San Rafael y el Ángel de la Guarda custodiando a un niño. El conjunto queda rematado por los escudos de la ordenes franciscana y dominica, y por una paloma que representa al Espíritu Santo. En el resto de la dependencia, se pueden ver otros elementos de interés, como una imagen de Santa Clara, un San Francisco de Asís, la Asunción o un Crucificado. Asimismo, hay una figura de Santa Inés que, en tiempos, estuvo en la puerta de acceso al convento, siendo sustituida por la copia que podemos ver hoy; se trata de una talla de madera policromada que se ha atribuido a Pedro Millán y que ha sido datada alrededor del año 1500.

Por último, el claustro principal, o del Herbolario, es un recinto de estilo renacentista en el que se pueden distinguir algunos elementos góticos y mudéjares. De planta trapezoidal80, cuenta con dos plantas en los cuatro frentes que lo delimitan. En la planta baja, los arcos son peraltados, estando sustentados por columnas de mármol, mientras que los de la planta alta, con columnas también de mármol sobre pedestales, son escarzanos81 y quedan encuadrados por un alfiz de apariencia medieval; entre dichos pedestales, hay una balaustrada82 renacentista que también está presente en la planta inferior, donde, en uno de sus lados, cuenta con un hueco central en donde se abre una portada de mármol con un remate curvo. Es, asimismo, en este cuerpo donde aparecen pilastras de yesería con ornamentación de grutescos y tondos85 con cabezas de diferentes personajes, mezclándose así los elementos mudéjares con los renacentistas. Todos los muros de la galería de la planta baja quedan recubiertos con zócalos de azulejos con relieve del siglo XVI. El suelo original, de barro cocido con olambrillas86, también se ha conservado. En tres de sus esquinas, se pueden contemplar sendos altares colocados a modo de capillas abiertas, uno con un lienzo, otro con una imagen del Niño Jesús y un tercero con una representación escultórica hecha en madera y telas de la Piedad del siglo XVIII en la que se muestra un gran número de figuras alrededor de la Virgen, que sostiene el cuerpo de Cristo. En otro ángulo de este claustro, hay una copia de la Virgen de la Antigua, de gran devoción en Sevilla.

Desde este patio, se puede acceder a dos importantes dependencias. Por un lado, el refectorio87, un espacio rectangular que preside una pintura de la Sagrada Cena, obra del siglo XVI; aquí, las paredes aparecen recubiertas por un zócalo de azulejos de estilo similar al del claustro; destacan, asimismo, las yeserías mudéjares de la puerta, el púlpito de forja y diferentes cuadros.

La otra sala es la llamada de profundis, lugar que sirve como cementerio de las monjas. Se trata de un espacio de planta cuadrada que queda cubierto por una bóveda sostenida en sus cuatro ángulos por trompas. La entrada aquí se recubre con yeserías mudéjares, siguiendo el mismo modelo de las que presenta la Puerta del Perdón de la Catedral. Cuenta Manuel Jesús Roldán en sus “Conventos de Sevilla” que “Quizás se puede explicar esta decoración en el posible reaprovechamiento de una edificación anterior a la edificación del convento, a partir de las casas aportadas por María Coronel”. La puerta de acceso está decorada con escudos y una representación de los estigmas88 de San Francisco y de Santa Clara. Dentro, la sala está presidida por un Crucificado que se sitúa sobre un dosel pictórico figurado que sostienen ángeles que portan cartelas e incensarios90, una obra atribuida a Domingo Martínez, pintor sevillano del siglo XVIII. Los muros de la estancia presentan, en la parte inferior, un zócalo de azulejos del siglo XVI parecido al del claustro, quedando la parte superior ornamentada con pinturas heráldicas elaboradas por Francisco de Herrera “el Viejo” alrededor del año 1630. Hay también varias vitrinas y hornacinas, con imágenes como un Ecce Homo que, según cuenta la tradición, en mayo de 1685 sudó sangre.

A la planta principal del claustro se sube por medio de una escalera ubicada en uno de los laterales. Aquí, se ha conservado, aunque muy repintado, un importante conjunto pictórico mural, importante no sólo por su antigüedad (está datado en la primera mitad del siglo XVI), sino también por haberse conservado íntegro, aunque es muy desconocido. Esta obra queda estructurada por medio de escenas que se enmarcan en estilos clásicos, siguiendo, así, modelos renacentistas. De este modo, una serie de grutescos, balaustres o guirnaldas, entre otros elementos, van enmarcando diferentes representaciones hasta un total de treinta escenas y sesenta y seis figuras de santos. Este ciclo pictórico comienza, en una de las esquinas del claustro, con el tema de la Creación de Adán, finalizando con la alegoría92 de la Inmaculada Concepción; por lo que respecta al ciclo de santos que se alternan con las escenas, éste empieza con Santa Rita y acaba con San Edmigio. Todas las escenas aquí representadas están sacadas del Antiguo Testamento, a excepción de una, que está dedicada a doña María Coronel.

Además de todo lo señalado, el monasterio también cuenta con una importante colección de orfebrería, con piezas que van desde el siglo XVI a la actualidad. De ella, se puede destacar el arca eucarística que se usa en el monumento del Jueves Santo, de estilo manierista, realizada en ébano y plata y que presenta cuatro hermes, uno en cada esquina de la peana. Se trata de una pieza del último cuarto del siglo XVI que fue donada al convento por doña Catalina Enríquez de Ribera. En siglos posteriores, fue enriquecida con otros elementos, como por ejemplo, la cruz de filigranas con rosa de diamantes central de factura cordobesa que corona el arca como remate.

Sevilla, Portada de acceso a la Iglesia del Real Monasterio de Santa Inés

Portada de acceso a la Iglesia del Real Monasterio de Santa Inés.

La iglesia

Para llegar a la Iglesia del Real Monasterio de Santa Inés, antes tenemos que atravesar el compás abierto que lleva el nombre de la fundadora. Estaremos, así, ante un templo construido alrededor del año 1400, si bien ha llegado a nuestros días con la imagen que dejaron en él las profundas reformas que se ejecutaron durante el primer tercio del siglo XVII.

El acceso principal se abre hacia el compás antes mencionado y es una sencilla puerta del siglo XVII adintelada93 y de estilo manierista, con frontón95 recto y partido; en el ático, hay un relieve de un cordero, en alusión al nombre latino de santa Inés (Agnus, que significa cordero), así como pináculos piramidales.

Una vez dentro, estamos en un templo de planta rectangular compuesto por tres naves separadas entre sí por medio de pilares cruciformes; el presbiterio es igualmente rectangular, mientras que a lo pies se sitúa el coro, cerrado con rejería. Las bóvedas que cubren los espacios son ojivales96 y realizadas de cantería, contando las laterales con un espinazo98 central.

Hacia el año 1630, Francisco de Herrera llevaría a cabo una intervención en la estructura gótica de la iglesia que la dotaría de un cierto carácter barroco: se añadiría el escudo de la orden, se ornamentaría con diferentes pinturas al frescos y se realizarían yeserías con motivos de ángeles atlantes100 y querubines101.

El retablo mayor, de estilo barroco, fue hecho entre los años 1719 y 1748 por José Fernando y Francisco José de Medinilla. Es de planta ochavada ya que se hizo adaptado a la cabecera poligonal de la iglesia. Lo preside una imagen de Santa Inés con el cordero en la mano, obra de Francisco de Ocampo de entre 1628 y 1630, período del que databa el retablo mayor original; la flanquean sendas estípites103 que quedan cortadas en el medio por ángeles atlantes. Asimismo, son también del primitivo retablo las esculturas de San Juan Bautista llevando el lábaro105, San Juan Evangelista bendiciendo el cáliz con el veneno con el que intentó ser martirizado y San Antonio de Padua; todas ellas son obras de Juan Remesal, quien las haría en una misma época. De este autor es, igualmente, un Crucificado que hoy se halla en la clausura, la Asunción, cuatro niños y cuatro serafines. En cuanto al San Pascual Bailón, ésta es una talla posterior. El conjunto del retablo queda estructurado mediante estípites que cumplen una función sustentante, además de presentar hojarascas y abundante decoración vegetal. Por su parte, el ático tiene una hornacina central flanqueada por niños tenantes106 y figuras que portan palmas y diversas especies vegetales. Sin confirmar su autoría, parecen también del estilo de Juan de Remesal las imágenes de la Inmaculada y de Santa Clara que hay en los dos pilares del segundo tramo de la nave central, y que, quizás, fueron tallas originales del primer retablo mayor.

En la nave del Evangelio, hay un retablo del siglo XIX con una imagen de San Expédito y en la cabecera, otro con piezas de distinta procedencia, no sólo del siglo XIX, sino también del XVII, como los ángeles del remate; preside éste una imagen de San Francisco de Asís de Juan de Remesal y procedente del retablo mayor antiguo, mientras que el Ecce Homo del banco es del siglo XVIII. En cuanto a la nave de la Epístola, en su cabecera, destaca el retablo de la Virgen del Rosario, con una talla del siglo XVIII que rodean pinturas flamencas del primer tercio del XVI y sin autoría reconocida hasta la fecha; en ellas, aparecen representados diferentes santos, así como distintas escenas de la vida de la Virgen, como la Adoración de los Reyes, la Virgen y San Juan, la coronación de la Virgen, la Anunciación, San Joaquín y Santa Ana (sus padres), Pentecostés, la Adoración de los Pastores, la Ascensión del Señor, San Gregorio, San Pedro, la muerte de Juan el Bautista y San Sebastián. Seguidamente, en otro retablo del siglo XIX, se ve una talla de San Blas, obra de 1617 de Juan de Mesa. El último altar de este lateral cuenta con diversas piezas, como pinturas del siglo XVI y tallas del XVIII.

El coro, como dijimos, se sitúa a los pies de la iglesia. Sobre la reja que lo cierra, se ve un retrato de María Coronel realizado por el pintor Joaquín Domínguez Bécquer en el año 1856. A través de esa misma reja, en el coro bajo y frente a la urna que guarda el cuerpo incorrupto de la fundadora del convento, podemos ver el órgano de Maese Pérez al que hacíamos referencia al inicio de este artículo. Se trata de un instrumento hecho entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII que presenta una decoración a base de flores, rocallas, tarjas107 y guirnaldas doradas, todo lo cual dota a la pieza de un estilo chinesco más propio del último tercio del siglo XVIII. En el año 2017, fue restaurado por la Fundación Alqvimia Musicae.

La tumba de doña María Coronel, cuyos restos aparecieron en el siglo XVI durante unas obras en la estancia, suele estar tapada por medio de unas puertas que fueron ornamentadas en el año 1770 con grupos de ángeles, rocallas, guirnaldas y temas heráldicos. A los pies, se puede leer una inscripción que dice “Aquí yace la Serenísima señora doña María Fernández Coronel, fundó este Real convento año 1375 y murió siendo abadesa el de 1411”. La urna que guarda su cuerpo fue un regalo hecho por una dama que, al parecer, tuvo una intercesión milagrosa de la fundadora. Junto a dicha urna, en un pequeño relicario, se muestra uno de sus dedos, separado de su cuerpo en el momento de su muerte y custodiado durante años en el desaparecido Convento de Santa Clara.

El coro bajo, donde se encuentran ambos elementos (órgano y urna funeraria), es una prolongación de la nave central del templo, conformando una amplia dependencia de planta rectangular cubierta por una bóveda de crucería. La sillería108, de estilo renacentista, es de mediados del siglo XVI y en sus respaldos, se pueden contemplar motivos de grutescos. Cuenta con varias repisas y hornacinas que acogen diferentes tallas barrocas, como un San Juanito, un Ecce Homo, un Niño Jesús y una Inmaculada. En el centro, se coloca un facistol barroco. Otra vitrina lateral guarda un Nacimiento con piezas de tamaño natural, un conjunto que se ha fechado de alrededor de 1700.

Cabe mencionar también que, en el presbiterio, en una urna dorada, se custodian los que se dicen que son los restos de una de las once mil vírgenes que acompañaron a Santa Úrsula en el momento de su martirio.

Localización: Calle de Doña María Coronel, 5. 41003 Sevilla.


Sevilla, Antiguo convento de San Agustín

Antiguo convento de San Agustín.

El tercer y último edificio religioso que veremos en esta página es el antiguo Convento de San Agustín. La fecha de su fundación es discutida, pues varias son las propuestas, en función de la fuente a consultar. Así, el historiador Diego Ortiz de Zúñiga afirma que la orden se instaló en Sevilla en 1249, aunque no indica dónde. Por su parte, el tmbién historiador localista José María Montero de Espinosa afirma que el año de su fundación es 1292, completando esto con que es en ese año cuando Arias Yáñez de Carranza y su esposa, doña Peregrina de Ayala, compran unas casas “de mujeres virtuosas, que en ella tenían recogimiento con clausura, bajo el título de Santiago”, tal y como se recoge en la Memoria del Plan Especial de Protección del Convento de San Agustín (diciembre de 2018 y aprobación en marzo de 2019), casas que el matrimonio cedería a los agustinos, quienes comenzarían a levantar ahí su convento, y cuyos restos podrían formar parte de la edificación actual. También hay otros autores que datan la fundación en el año 1314.

Como los restos que han llegado a nuestros días del primitivo convento se corresponden con lo levantado principalmente en el siglo XIV, centuria de la que data el conjunto que conforma el núcleo primitivo de los agustinos (iglesia, claustro y refectorio), hemos creído conveniente incluir el Convento de San Agustín en ésta página.

Fundación y construcción del convento

El lugar en el que la orden instalaría la primera de las tres fundaciones agustinas de varones que tendrían en Sevilla estaría extramuros, en las proximidades de la Puerta de Carmona, lugar de entrada del agua en la ciudad (Caños de Carmona). Las distintas fases por las que iría pasando su construcción van unidas, como iremos viendo a lo largo de este artículo, al mecenazgo113 de la nobleza sevillana, pues poco tiempo después de su fundación tendría una serie de privilegios reales, acogiéndose, además, a las donaciones de dinero de las familias adineradas a cambio de obtener enterramientos preferentes en la iglesia, como es el caso de los Carranza y los Ponce de León. Así, los restos que han llegado del conjunto se encuentran delimitados por la manzana que forman la Plaza de San Agustín y las calles San Alonso de Orozco, Amador de los Ríos y Luis Montoto. Sin embargo, los límites originales se extendían más allá, hasta lo que hoy son las dos manzanas conformadas por la Plaza de Carmen Benítez y las calles Fray Alonso, Recaredo y Amador de los Ríos (divididas por la Calle Úbeda), pues contaba con una gran zona de huertas, jardines y distintas dependencias. La iglesia no se ha conservado, pero sí algunos de los espacios conventuales, como el refectorio, la escalera o el claustro principal.

Para el devenir del conjunto, fue primordial el culto que se profesaría en la iglesia al Cristo de San Agustín, una imagen de un crucificado que, se dice, fue encontrado de manera milagrosa en el año 1314 en un sótano ubicado cerca del convento y llevado por los agustinos a su iglesia. La devoción sería tan profunda entre el pueblo sevillano que, a finales del siglo XIV, se fundaría la Cofradía del Santo Crucifijo de San Agustín.

De finales, también, del siglo XIV, hay noticias sobre la construcción de distintas estancias del convento. Asimismo, la protección de la que gozaban los agustinos gracias a los nobles favoreció que en la iglesia se levantara una serie de capillas laterales que se consagraban a algún santo y en las que eran enterrados los miembros de las familias que hubieran costeado su construcción.

En el año 1497, los Reyes Católicos abolen las órdenes religiosas claustrales114, como eran los agustinos, pasando éstos, por tanto, a ser observantes. El 12 de marzo del año siguiente, los monarcas firman una Real Cédula con la que concederán al convento una cantidad económica que provendría de los derechos de paso del agua de los Caños de Carmona.

Durante los siglos XVI y XVII, la buena situación económica vivida en Sevilla se dejó notar también en Convento de San Agustín, siendo en dichas centurias cuando no sólo se lleven a cabo reformas en varias de las dependencias conventuales, sino que además se construyan otras de nueva planta. Es en este momento cuando el conjunto tome la apariencia final con que fue conocido, hasta que cayó en su estado de abandono.

En el siglo XVIII, se ejecutarán obras de mejora, especialmente en la nave de la iglesia, donde se reformará su pavimento, notablemente dañado por las inundaciones del arroyo Tagarete. Este proceso de reforma se dará por finalizado en 1749, momento en que el templo es consagrado tras acabar los trabajos y se estrena un reloj que, traído desde Londres, sería instalado en el campanario que para él se había levantado junto a la entrada principal. Lamentablemente, unos años después, en 1755, el terremoto de Lisboa afectaría al convento y, sobre todo, a la iglesia, que tendría que someterse a unas obras de reconstrucción que terminarían al año siguiente.

Más adelante, durante la Guerra de la Independencia, la ocupación de los franceses tuvo también consecuencias negativas importantes para el convento, debido a que las tropas lo usaron para alojarse en su interior, aunque, afortunadamente, algunos de los bienes religiosos fueron trasladados a otros lugares, como por ejemplo el Cristo, que se llevó a la Iglesia de San Roque el 19 de febrero de 1810, regresando a su iglesia el 4 de agosto de 1814. La aprobación de las leyes desamortizadoras en 1835 conllevó que los 47 monjes que residían en el convento fueran exclaustrados. En 1836, en plena Primera Guerra Carlista (1833-1840), la conocida como Facción Goméz (llamada así por el general que la encabezaba, Miguel Gómez Damas) tomó el convento, destruyendo su iglesia de tal modo que fue imposible reedificar nada de lo derribado, lo que trajo consigo que se llevara a cabo la primera de las actuaciones que sufriría y una de las más agresivas.

Tras su utilización como fortificación militar, el convento quedaría abandonado hasta el año 1837, en que se establecería en él el Presidio Peninsular, volviendo a ser maltratado. A esto, se sumarían los hechos acaecidos en Sevilla en junio de 1843. Durante la Regencia de Espartero, Sevilla decidió rebelarse contra el Gobierno, por lo que el general atacó la ciudad con artillería desde el 16 de julio al 23 del mismo mes de 1843. Durante dichos enfrentamientos, el convento llegó a ser incluso objetivo principal de los ataques militares.

Las malas condiciones con que contaban los presos hizo que el presidio quedara obsoleto unos años después, volviéndose a abandonar y pasando a manos del Estado en 1880; sin embargo, los daños ya estaban hechos, pues durante el tiempo en que tuvo esta función se ejecutaron varias reformas que afectaron al espacio conventual. De la iglesia, sólo quedaban en pie los pilares, que no podían soportar ninguna cubierta, así como algunas capillas de las naves laterales; la torre del lado Sur, construida en el siglo XVIII, fue derribada por entonces por estar en estado de ruina. Sería el arquitecto Leoncio Barrau quien se encargaría de realizar un proyecto con el fin de dar al espacio un uso industrial con el que adaptarlo a los nuevos tiempos y a la diferente trama urbana que se daba en aquellos momentos con respecto a los años de su fundación. Y es que a finales del siglo XIX, el lugar en el que se encontraba el convento, antaño extramuros y alejado de la vida de la ciudad, había pasado a ser un arrabal de ésta. Así, la reforma presentada por Barrau dividía el convento en dos mitades: por un lado, la del Este, donde estaban el claustro de novicios, la sacristía y la cripta, se destinaría a una factoría militar que llevaría el nombre de “La Provisión”; y por otro lado, en la del Oeste, se instalaría un mercado, mientras que la parte del convento que daba a la Calle Recaredo sería destinada a tiendas y viviendas sociales. Todas estas divisiones en el inmueble original conllevarían cambios en la alineación de las calles ya existentes y la apertura de otras nuevas. Además, la zona de las huertas se iría urbanizando poco a poco. Para entrar al mercado, se hizo una nueva calle que se llamaría Altar, nombre dado porque atravesaba el espacio que había ocupado la iglesia del convento.

El 10 de agosto de 1880, el convento sale a pública subasta por, según el Ayuntamiento, no reunir las condiciones apropiadas para seguir siendo presidio. Primero se deslindaría la zona llamada de la hospedería, cuyos titulares eran los Duques de Osuna, pasando el resto de las dependencias a sus nuevos dueños, las cuales, desde entonces, tendrían múltiples y distintos usos. En la Memoria del Plan Especial de Protección del convento antes mencionada y que incluimos en la bibliografía, se detallan pormenorizadamente las características espaciales de la nueva finca configurada tras la subasta.

Sevilla, Antigua portada de entrada al convento almacenada en el que fue su claustro principal (captura de Google Maps)

Antigua portada de entrada al convento almacenada en el que fue su claustro principal (captura de Google Maps).

A lo largo del siglo XX, los cambios más notables se darán en el área que rodea el convento, es decir, dentro de las dos manzanas en que se había dividido el terreno original del conjunto religioso. Entre 1905 y 1906, se levantan nuevos edificios de viviendas en estilo modernista (dos, por Simón de Barris y Bes, y uno, por Aníbal González y Espiau) en el interior de la manzana del convento que había acogido el mercado. Las casas que hay en la Calle Recaredo, en el lateral Oeste del cenobio, guardan, en dos fincas vecinas, algunos elementos de la antigua institución, como por ejemplo, en la casa dispuesta más al Sur, una arquería compuesta por cuatro arcos sobre columnas y un muro con una portada de piedra y diversa ornamentación, y en la que está hacia el Norte, una portada de composición serliana115 y vigas originales del convento. En esta finca, estuvo, desde 1563, la portada de entrada al convento, que sería desmontada en 1949 y, posteriormente, almacenada en uno de los solares vecinos hasta que, a finales de siglo, los restos fueron trasladados al interior de lo que había sido el claustro principal, donde continúan, se supone que con cierto orden.

Entre 1930 y mediados del siglo XX, se continúan construyendo viviendas nuevas donde había aún huecos vacíos o donde los edificios se habían quedado obsoletos. En el marco de la Guerra Civil, la Iglesia de San Roque sufrió un incendio el 18 de julio de 1936, destruyéndose todos los bienes que había en su interior, incluyéndose el Cristo de San Agustín, que había vuelto a ser trasladado allí y del que se haría una reproducción posterior en los años 40, obra del escultor sevillano Agustín Sánchez-Cid Agüero. Entre los 60 y los 70, se llevará a cabo un crecimiento urbanístico en la zona sin ningún planteamiento ambiental y sin tener en cuenta el tipo de inmuebles ya existentes o la presencia de elementos de interés artístico y/o histórico.

Es en los años 80, con unos nuevos planes urbanísticos sobre la mesa, cuando se terminan de edificar todas las parcelas consideradas edificables dentro de la manzana del antiguo convento. Será entonces, en 1984, cuando se realicen distintas investigaciones arqueológicas para documentar la presencia de posibles restos. Restos que aparecerían y que obligaron a cambiar el proyecto original de construcción de casas que se iban a levantar en el sitio donde antes había estado el claustro de novicios. Así, se documentó la planta de las estructuras antiguas conservadas, se identifico la cripta de la capilla de los Esquivel, se encontraron restos árabes y romanos bajo los muros, se halló una construcción datada del siglo XIV y con varias reformas hasta el siglo XIX consistente en un patio con dependencias alrededor, y aparecieron restos romanos en una zona interpretable como un vertedero del siglo I d.C., inhumaciones de los siglos XIII-XIV y dos tumbas del siglo VI.

Años antes, en 1964, tanto el claustro como el refectorio fueron declarados Monumentos Histórico-Artísticos, siendo en la actualidad Bien de Interés Cultural.

Entre los varios usos que ha tenido el ex convento, están los de Cuartel de Intendencia, forja, expendeduría116 o taller mecánico, entre otros. El claustro, tras ser mercado, fue utilizado como taller y garaje, y en el refectorio, estuvieron las oficinas de una marca comercial hasta los años 60. Desde entonces, el que fuera Convento de San Agustín ha permanecido cerrado a la espera de un plan viable que lo devuelva a la vida, estando en uso tan sólo el refectorio, utilizado por la Hermandad de San Esteban en la actualidad de manera provisional.

El convento: ayer y hoy

Tal y como se expone en la Memoria del Plan Especial de Protección del Convento de San Agustín, “Multitud de autores han realizado descripciones de este convento, debido a su importancia histórica para la ciudad de Sevilla, ya que después de los conventos de San Francisco, San Pablo, Cartuja y San Jerónimo, el de San Agustín era el siguiente en orden de tamaño dentro de las casas masculinas, y su iglesia de las mayores y más ricas. Pero, quizá debido precisamente a lo deslumbrante de la arquitectura de sus piezas principales (iglesia, refectorio, claustro…), las dependencias accesorias, hoy desaparecidas casi en su totalidad, no aparecen apenas recogidas, con lo que se hace difícil su exacta localización en planimetría”.

Así pues, tomaremos como base esta Memoria para hacer un pequeño esbozo de lo que fue el Convento de San Agustín y su iglesia.

La entrada principal al convento se hacía por el compás por el que también se accedía a la iglesia, situado en lo que hoy es la Plaza de San Agustín. Por aquí, se entraba a una portería que daba paso a la zona conventual. Dicho acceso fue un encargo realizado en 1563 a Hernán Ruiz II; originariamente, y según la escritura contractual, se remataba con una cruz de piedra y contaba con hornacinas para colocar imágenes en ellas; a mediados del siglo XX, fue desmontada, tal y como contamos anteriormente.

Entrando en la portería, estaba la Capilla de San Juan de Sahagún, dotada con una puerta que daba a la calle y que, aunque abandonada, todavía se conservaba a mediados del siglo XVII. Junto a esta capilla, había otra, dedicada a Nuestra Señora del Tránsito, utilizada ocasionalmente como iglesia y convertida en 1567 en espacio donde ubicar celdas para los religiosos; ésta tenía tanto puerta a la calle como acceso al claustro. En el Archivo General de Indias, se conserva un plano fechado alrededor de 1600 de la Hospedería que estaba en este frente del convento.

Dejando estas capillas atrás, se accedía al claustro principal, construido en el siglo XIV y reformado durante el XVI y el XVII. A este patio correspondía la torrecilla en la que se colocó el reloj de Londrés que mencionamos anteriormente, cayendo derribada como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755.

Al Norte del claustro, está el refectorio, también del siglo XIV, y detrás de éste, más al Norte, las dependencias secundarias, como las cocinas, despensas, etc. En la esquina Noreste del patio, estaba la escalera monumental, de estilo manierista y por la que se subía a los dormitorios. Aquí, los muros estaban alicatados con azulejos de distintos motivos, contando con una cubierta artesonada, y por él se accedía al primer piso, con galerías de arcos carpaneles118 de dobles columnas y capiteles de mármol. Sobre el refectorio, en la planta superior, estaba la biblioteca, con unos fondos que eran considerados como los mejores de Sevilla y que desaparecieron con la invasión francesa. También en esta planta, como decimos, estaban los dormitorios y las celdas individuales de los monjes.

A través de la esquina Sur del patio, correspondiéndose con el costado de la iglesia, se accedía por tres puertas a la Capilla de los Esquivel (denominada así por su fundador, Rui Pérez de Esquivel) o de la Correa (nombre dado por un cuadro que había en el altar mayor de Juan Ruiz Soriano con la representación de Nuestra Señora de la Correa con San Agustín). De planta cuadrada, a ambos lados del altar se abrían dos postigos que llevaban a la antesacristía, por donde se accedía a la sacristía. Ésta se había instalado en la antigua Capilla de los Mejías, de notables dimensiones y con una ubicación poco frecuente en la estructura general de un convento, pues se hallaba lejos de la iglesia, a cuyo altar mayor se llega tras atravesar una serie de espacios entre los que había un pequeño patio.

En el corredor Este, estaba la Capilla de los Vargas, una de las más importantes de aquí, además de dos altares menores dedicados a Nuestra Señora de la Granada y al Cristo de la Columna, este último con una bóveda delante con escudo de armas.

Dejando atrás la Capilla de los Vargas y a un lado las naves con las celdas y los corredores que las comunicaban con la huerta, se llegaba al segundo claustro, más pequeño que el principal y desaparecido alrededor de los años 40 del pasado siglo XX. El esquema era también más sencillo, con dos cuerpos con galería de arcos de medio punto sobre columnas de mármol de orden toscano119. Las enjutas129 del piso bajo tenían decoración geométrica.

El convento contó con otros patios de menor importancia, pero no se conoce dónde se localizaban. Lo mismo ocurre con la sala de profundis, al parecer, en la zona que da a la Calle Recaredo, pero sin certeza.

Por detrás de la huerta, el edificio principal del conjunto conventual se comunicaba con otro, denominado la Casa del Duque, nombre dado porque tanto las viviendas como el terreno pertenecían al Duque de Arcos, quien lo había tomado como residencia temporal en Sevilla, y que acabó separándose del convento y siendo arrendado a vecinos.

El refectorio

El refectorio del Convento de San Agustín es uno de los espacios de estilo gótico de mayor interés en Sevilla. Levantado, como hemos dicho, al Norte del claustro principal, su construcción se debe a Fray Alonso de Toledo y, aunque no se conoce con exactitud la fecha, sí que ésta se puede acotar con el período que duró el mandato de Fray Alonso, desde 1362 hasta 1366, cuando fallece, por lo que las obras debieron de llevarse a cabo entre esos años. Asimismo, en su ornamentación cuenta con ménsulas y otros motivos relacionados con el patronazgo de los Ponde de León, familia que tuvo dicho patronazgo sobre la capilla mayor a partir de 1347, por lo que la construcción podría datarse de mediados del siglo XIV.

El lugar es muy sencillo, estando construido al Norte del claustro y en paralelo con la iglesia, un esquema habitual en los monasterios medievales. De planta rectangular, destaca tanto por su decoración como por sus dimensiones (41 metros de lago por 9 de ancho). Se halla dividido en siete tramos igualmente rectangulares, separados éstos por pilastras y cubiertos por bóvedas de crucería simple; las claves de las bóvedas están a unos 8,40 metros, teniendo un interior alicatado hoy perdido. Las nervaduras se encuentran en una clave ornamentada con motivos figurativos, arrancando, a su vez, de ménsulas también figuradas que quedan suspendidas en los pilares. Su sección es fuerte y se compone de perfiles tanto curvos como rectos. Los pilares, de no demasiada altura, son achaflanados y la decoración se limita a puntas de diamante en los arcos formeros130 y a la simbología antes citada de las ménsulas y las claves. En las primeras, y teniendo en cuenta que en las ménsulas que se corresponden con un arco fajón132 se repiten los temas, se representa, de Oeste a Este: dos figuras atlantes, las barras propias del escudo de los Ponce de León, águilas, leones, dos cabezas humanas, leones y atlantes. En las claves, por su parte, se ve, de Este a Oeste: un cordero, las barras, el león, un Pantocrátor133, otro león, un águila y un ángel.

En el lateral Norte, hay varias ventanas ojivales, las de mayor tamaño de estilo neogótico, y se abren tres aperturas que comunican con el claustro principal, siendo el acceso original gótico.

Por lo que respecta a los materiales empleados en la construcción del refectorio, éstos resultan llamativos: por un lado, los muros fueron levantados con tapial138, posiblemente alternando con sillares de piedra, que darían mayor resistencia a la obra, si bien el uso de éstos no está probado; y por otro lado, las bóvedas se ejecutaron en piedra, un material que, por lo general, se reservaba a los presbiterios o zonas nobles de los templos.

El claustro

Otro de los elementos que se han conservado del conjunto primitivo del Convento de San Agustín es, como hemos visto, el claustro principal. Su planta es cuadrada y de un tamaño considerable, pues cuenta con 33 metros de lado y con galerías de alrededor de 4 metros de ancho. Construido en estilo manierista, sus laterales Sur y Oeste cuentan con dos plantas, mientras que el del Norte y el del Este tienen tres.

Las galerías de la primera planta se sustentan por columnas dobles de mármol que sostienen arcos carpaneles que, antes de la reforma de 1611, fueron apuntados, y en cuyas enjutas aparecen medias esferas de cerámica. La tercera planta cuenta con idénticas disposición y tipología de arcos, pero se han usado pilastras en vez de columnas. El cuerpo más bajo ha sufrido profundas intervenciones, incluyendo en los pilares refuerzos intermedios de ladrillo y habiéndose abierto en los lados Sur y Oeste unos huecos mayores para el paso de vehículos.

Una cornisa separa el primer cuerpo del segundo. En éste, la arcada la forman arcos carpaneles sobre columnas de mármol pareadas sobre las que se asienta un entablamento tripartito, apareciendo, además, restos de arquivoltas139 que bordean los arcos y resaltes en las claves. En las enjutas, hay medias bolas cerámicas, unas azules y otras con motivos chinescos. En los ángulos, en vez de columnas, hay pilastras.

Una cornisa y un friso almohadillado140 dan paso al tercer cuerpo, donde hay, una vez más, arcos carpaneles, aunque esta vez de un tamaño algo mayor que en las otras plantas. Igualmente, la clave está resaltada y se sustentan en pilares cuadrangulares. Aquí, el piso termina en una cornisa que conecta con el tejado.

Todo el conjunto del claustro está construido en ladrillo, salvo las columnas y los entablamentos, que, como hemos indicado, son de mármol. Sería en las reformas llevadas a cabo en 1611 cuando el convento sería decorado con zócalos de azulejos, dando al claustro una apariencia muy sevillana. Los motivos aquí representados pudieron ser cariátides143 sosteniendo escudos de armas, dragones, alegorías del pecado, etc., unas imágenes que pudieron contemplarse hasta finales del siglo pasado, igual que en el refectorio.

Escalera principal

La escalera principal se encuentra en el ángulo Noreste del claustro principal. También estuvo alicatada, como éste y el refectorio, pero sus azulejos se han fechado en una época anterior, entre 1575 y 1578, y parte de ellos acabaron formando parte de la decoración de la escalera principal de la casa de los Conde de Lebrija, en Sevilla.

El mayor interés de este elemento recae en su cubierta: un artesonado ochavado inscrito en un espacio cuadrangular y cuya decoración se basa en casetones hexagonales dispuestos de manera regular, entre los cuales hay espacio para otras figuras geométricas romboidales; a su vez, en el centro de cada casetón, hay una pequeña roseta; los ocho faldones del artesonado convergen en el almizate145, del que cuelga una piña de mocárabes148; el arrocabe149 es moldurado y, en su franja central, se representan distintos motivos de reminiscencias renacentistas, como guirnaldas de frutos, cuernos de la abundancia, mascarones151, etc.

También aquí, en la escalera, hay otros elementos de interés, si bien en la actualidad están en un estado de completa ruina. Ejemplo de ello son los ventanales que hay en la parte más alta de los muros, justo bajo la cubierta, y que permiten la entrada de luz a este espacio. Dichas ventanas quedan inscritas por pilastras lisas que se rematan con un sencillo entablamento cornisado; entre estas pilastras, hay arcos de medio punto en los que circunscriben las ventanas, de corte rectangular y sobre las que se ve un tondo.

La iglesia conventual

El acceso a la Iglesia del Convento de San Agustín se realizaba atravesando un pequeño compás abierto en la zona que da a la Calle Recaredo. La portada consistía en cuatro pilastras de orden dórico. Una vez en el interior, la iglesia contaba con tres naves, separadas entre sí por arcos de medio punto, rematando la nave central la capilla mayor. La cubrición consistía en una cubierta abovedada sobre pilastras, con la presencia, probablemente, de una bóveda de cañón en la nave principal y de arista152 en las laterales. La solería original, antes de su destrozo por los franceses, se componía de losas de Génova, las cuales fueron repuestas por losetas de barro.

La capilla mayor debía de ser amplia, creciendo igualmente con ella la nave principal, pues el Altar Mayor y el retablo estaban en alto hasta la invasión francesa, en forma de tribuna, subiendo a esta área por una escalera que había detrás, próxima a la sacristía, teniendo el altar un camarín153 inserto en el retablo.

El primer altar del que se conocen datos era de estilo barroco, obra de 1664 de Bernardo Simón de Pineda, con una figura central o de Martínez Montañés o de Torrigiano, además de diversos cuadros de Murillo que, actualmente, se hallan en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Bajo el altar y su presbiterio, había otra capilla abovedada, con columnas, con los sepulcros de los patronos, los Duques de Arcos, y con unas inscripciones datadas hasta 1351.

En la cabecera de la nave del Evangelio, estaba la Capilla del Santo Cristo de San Agustín, la cual era utilizada también como sagrario y comulgatorio. A continuación, se hallaba la puerta de salida al claustro y, detrás de ella, dos altares, uno, con un cuadro con la representación de un milagro de la Virgen, y otro, con una pintura del Juicio Final, obra de Martín de Vos que también está en el Museo de Bellas Artes. Esta nave contaba con otros altares menos destacados, como el dedicado a las Santas Vírgenes Polonia, Lucía y Águeda, con un retablo renacentista de orden dórico y con tres pinturas del estilo de Luis de Vargas.Por lo que respecta al lado de la Epístola, éste se componía de una sucesión de pequeñas capillas, empezando por la de San Nicolás de Tolentino, en la cabecera y lindando con una dependencia llamada “la mazmorra”, tras la que está la primera de las dos puertas al exterior con que cuenta esta nave. Las siguientes capillas sufrieron numerosas alteraciones en sus dedicaciones, debido a los cambios de mecenazgos que tuvieron a lo largo de los años, por lo que es difícil enumerarlas aquí en su orden exacto. Algunos autores, como el historiador Félix González de León (Sevilla, 1790 - ibídem, 1854), propondría el orden siguiente de capillas: de San Nicolás de Tolentino, de las Virtudes, de Santa Mónica, San Gregorio y las Vírgenes (donde se dice que se guardaba una cabeza de las once mil vírgenes, traída de Colonia en 1532 por don Bernardino Ponce de León, hermano del Duque de Arcos), de Santo Tomás de Villanueva (con varias pequeñas pinturas de Murillo en el basamento del altar y con dos cuadros de mayor tamaño, también de él, así como la reliquia de un dedo del santo donado al convento por el Arzobispo de Sevilla en 1662) y de San Acacio. A los pies de esta nave, estaría la otra puerta de salida a la calle, la cual sería tapiada y quedaría sin uso tras tomar sepultura en este tránsito cuatro religiosos, entre ellos el prior, que fueron ajusticiados en el año 1535 por haber dado muerte de manera violenta al Provincial de la Orden.

A los pies de la nave principal se hallaba el coro alto, situado sobre bóvedas que, por debajo y a la altura de la iglesia, contaba con relieves y adornos de yesería. En este espacio, se encontraba el órgano, considerado entonces uno de los mejores de la ciudad, y varios cuadros de la escuela de Rubens.

Tras el saqueo perpetrado por las tropas francesas, se llevaron a cabo las obras de reedificación del templo. En ellas, se cambiaría el Altar Mayor por otro de trazas más sencillas, eliminándose la tribuna y la capilla subterránea que la motivaba, y trasladándose los sepulcros que había en esta zona. El nuevo altar mayor aparece descrito con gran detalle en la Memoria antes citada: “consta de dos pedestales cuadrados de más de dos varas, uno a cada lado. Sobre cada uno se levanta una colosal columna de orden corintio154 que recibe el competente trozo de cornisa del mismo orden, exactamente construido, de modo que estos dos cuerpos vienen a estar aislados, uno a cada lado, a casi toda la altura del templo. Por la espalda de estas columnas se levantan dos robustos muros hasta la cornisa, formando medio círculo hacia el centro, que ocupa todo el testero: y en medio, a la mitad de su altura, tiene un nicho con arco moldurado. Para unir toda la obra por la parte baja, entre los pedestales está el plan o mesa de altar, sobre el que hay un gradillaje que en medio tiene el Sagrario; y encima un sencillo templete redondo, que consta sólo de cuatro columnas corintias que reciben la cornisa, sobre la que descansa cúpula o media naranja, y por la parte delantera está cortada la cornisa y abierta la media naranja que le da mucha gracia y novedad a la obra. Por la parte superior del altar está ligada toda la obra con una gran nube corpórea que cae sobre las cornisas, y en medio está la figura del Espíritu Santo con ráfagas de luz. En el nicho estaba colocada la imagen de S. Agustín, y en el muro, detrás de las columnas, los dos cuadros de Murillo, del altar antiguo con molduras doradas. En los pedestales de las columnas están dos grandes lápidas con letras de bronce dorado demolido que en la una se da razón de esta obra, y la otra de los personajes que estaban allí sepultados. Este es el bosquejo mal formado de este grandioso retablo, el de más gusto y arreglo entre los modernos de esta ciudad. Para acompañar su bello aspecto se pintó de piedras jaspes, perfectamente imitadas, dorando los basamentos, capiteles y perfiles” (sic).

Localización: Calle San Alonso de Orozco. 41003 Sevilla.


Palacios del siglo XIV



Sevilla, Sala de la Justicia

Sala de la Justicia.

Tres serán las dependencias civiles construidas en el siglo XIV que veremos en este reportaje, dos de ellas localizadas en el interior de los Reales Alcázares de Sevilla. Comenzaremos con éstas.

Tras la batalla del Salado (1340), Alfonso XI ordenaría la construcción de la Sala de la Justicia, la cual está considerada como una de las primeras obras realizadas en estilo mudéjar en Sevilla. Esta dependencia, situada, como decimos, en los Reales Alcázares, colindante al Patio del Yeso y sobre una de las galerías de éste, es de planta cuadrangular y está cubierta por una ochavada armadura de madera con labor de lacería159 que presenta las formas de una qubba islámica. En cada uno de sus muros se abren tres arcos rehundidos y decorados con yeserías de tipo islámico, en los que aparecen motivos vegetales, inscripciones y escudos, destacando entre estos últimos los correspondientes a los reinos de Castilla y de León, y a la Orden de la Banda, orden de caballería laica fundada por Alfonso XI.

Localización: Patio de Banderas, s/n. 41004 Sevilla.


Sevilla, Fachada principal del Palacio Mudéjar

Fachada principal del Palacio Mudéjar.

Entre 1364 y 1366, alarifes161 y artistas (en especial carpinteros) sevillanos, toledanos y granadinos construirían, siguiendo las órdenes del rey Pedro I, el Palacio Mudéjar, el primer edificio civil construido en Sevilla durante la Baja Edad Media162 y de capital importancia para el desarrollo del estilo mudéjar.

Pero antes de pasar al interior del palacio, contemplemos su fachada principal desde el Patio de Montería, cuyo nombre se debe a ser éste el lugar donde Pedro I se reunía con sus monteros163 antes de partir de cacería y cuyos orígenes, al igual que los del palacio, se encuentran en 1364.

En la fachada principal, situada en el lateral Norte del palacio y a la que algunos en ocasiones han querido comparar con la del Cuarto de Comares, en la Alhambra (Granada), se mezclan los estilos artísticos almohade, cordobés, granadino, oriental y toledano, mediante, respectivamente, los arcos ciegos prolongados por paños de tsebka164, el dintel de descarga característico de las construcciones granadinas con la inscripción cúfica168 “y no es vencedor sino Alá” (lema de los nazaríes), el almohadillado, las cintas de cerámica y los pámpanos169 de uvas. Finalmente, cabe mencionar que, rodeando la anterior inscripción, aparece, en caracteres góticos, el constructor del palacio y la fecha de inicio de las obras, y protegiendo todo ello, un alero de madera policromado.

Sevilla, Vestíbulo

Vestíbulo.

Tras la puerta, encontramos un pequeño vestíbulo, cuyo aspecto nada hace adivinar la rica decoración de las dependencias a las que vamos acceder. En él, cabe destacar las columnas visigodas, cuya procedencia, según algunas fuentes, puede estar en las de la antigua basílica de San Vicente, que fueron utilizadas para la vieja mezquita de la alcazaba170 y, posteriormente, trasladadas al hoy inexistente Hospital del Rey cuando este último fue construido en donde hoy se encuentra la Diputación Provincial. Por este vestíbulo, mediante recodos, se accede a los dos principales lugares del palacio: la zona pública, con el Patio de las Doncellas, si tomamos el camino de la izquierda, o la zona privada, con el Patio de las Muñecas, si tomamos el de la derecha.

Y es que el palacio se articula merced a dos ejes perpendiculares entre sí, que tienen su encuentro en lo que hoy es el Salón de Embajadores. En el primer eje, de Este a Oeste, se encuentra el Patio de las Doncellas, el Salón de Embajadores y la Sala de la Media Caña o Sala del Techo de Felipe II. En el segundo eje, de Norte a Sur, encontramos el Cuarto del Príncipe, el Patio de Muñecas, la Sala colateral (Norte) al Salón de Embajadores, el Salón de Embajadores, otra Sala colateral (Sur) y las habitaciones de Infantes.

Sevilla, Patio de Doncellas

Patio de Doncellas.

El Patio de las Doncellas que hoy podemos ver no es exactamente igual al original ya que éste fue modificado durante los reinados tanto de los Reyes Católicos como del Emperador Carlos V. Del siglo XIV, se conserva la galería inferior, en la que destacan los arcos polilobulados, con un probable origen cordobés, la decoración con paños de sebka calados, de estilo granadino y en los que se repite la inscripción “sólo Dios vence”, y los azulejos de cerámica. No obstante, los techos de esta galería son de tiempo de los Reyes Católicos, mientras que las columnas corintias italianas, al igual que algunas yeserías de motivos clásicos, son de la reforma llevada a cabo para la boda de Carlos V con Isabel de Portugal. En esta reforma, aquellas columnas sustituyeron a los anteriores pilares de ladrillo y se construyó la galería alta con los arcos de medio punto que hoy vemos.

Sevilla, Lateral Este del Patio de Doncellas

Lateral Este del Patio de Doncellas.

Recorramos las distintas dependencias que enmarcan el patio, comenzando por el Este, cuyo muro limita con el Palacio Gótico de Alfonso X; continuando por Norte, tenemos la Cámara Regia y el Salón de Pasos Perdidos; en el lateral Oeste, y de Norte a Sur, la Sala colateral (Norte) al Salón de Embajadores, el Salón de Embajadores y la Sala colateral (Sur); en el Sur, otro salón enfrentado al anterior de los Pasos Perdidos y el Salón de Carlos V, antigua capilla del palacio mudéjar. En las tres principales dependencias anteriores (Cuarto Real, Salón de Embajadores y Salón del techo de Carlos V), destacan, por lo elaborado de su decoración ataujerada171, dorada y pintada, las grandes puertas de madera de pino.

Sevilla, Alcoba de la Cámara Regia

Alcoba de la Cámara Regia.

El Cuarto Real, formado por dos estancias, Cámara Regia y Dormitorio Real, dispuestas en paralelo una de la otra, son los antiguos dormitorios del rey. Ambas, decoradas por zócalo de azulejos y friso de yeserías, están divididas por un arco en dos espacios de diferente tamaño, en donde el más pequeño constituye el dormitorio real. La estancia más cercana al patio, al que además de las puertas se abren dos ventanas, es el dormitorio de verano, mientras que la otra, comunicada con ésta por una arcada de tres arcos de herradura172, sería el de invierno.

Sevilla, Techo de la alcoba del Dormitorio Real

Techo de la alcoba del Dormitorio Real.

Entre el Cuarto Real y el Patio de Muñecas, comunicado con ambos y también con el Patio de las Doncellas, se encuentra el conocido como Salón de los Pasos Perdidos, una estancia de menor tamaño que las tres principales de este último patio y que se encuentra decorada con zócalo de azulejos, yeserías del siglo XIV y cubierta de taracea173 de finales del XV.

Sevilla, Bóveda del Salón de Embajadores

Bóveda del Salón de Embajadores.

En el centro del lateral Oeste y flanqueado por las dos salas colaterales, se encuentra, el que fue salón del trono con Pedro I, el Salón de Embajadores, lugar de recepción de la Corte y en el que destaca, además de su ubicación, la riqueza de su decoración. Antes de continuar con esta sala, conviene recordar que esta era la antigua Sala de las Pléyades del palacio construido por Al-Mutamid, rey de la taifa de Sevilla entre 1069 y 1090, antes de ser depuesto por los almorávides. Como Salón de Embajadores, se cambió su orientación y en el lateral donde antes se situaba el trono de Al-Mutamid, se abre ahora el acceso al Patio de las Doncellas.

Su cubierta es una cúpula de media naranja con lazos de a doce que está considerada como una de las mejores en su tipo de las existentes en España. Fue realizada en 1427 por Diego Ruiz, maestro mayor de carpintería del rey, ya que la primitiva cúpula desapareció en 1366. Se apoya sobre un friso de castillos y leones alternados que a su vez se levanta sobre una corona de mocárabes con forma de estrella de ocho puntas. Cuatro pechinas174 triangulares e igualmente de mocárabes dorados, una en cada esquina, sirven de unión a la planta circular de la cúpula con la cuadrada de los muros. Si continuamos descendiendo, vemos una faja decorada con inscripciones cúficas, otra con los escudos de Castilla y León y una galería con cincuenta y seis hornacinas góticas, construidas entre finales del siglo XIV y principios del XV en las que, posteriormente, a finales del siglo XVI, Diego de Esquivel pintó los reyes de Castilla y León desde Rescevinto hasta Felipe III.

Sevilla, Sala del Techo de Carlos V

Sala del Techo de Carlos V.

El Salón del techo de Carlos V, situado en el lateral Sur y enfrente de la Cámara Regia, es la tercera gran dependencia de las abiertas al patio. Originalmente, y hasta que se construyó el oratorio de la planta alta, era la antigua capilla de palacio y, como señal de su anterior función, cabe destacar la separación en dos zonas de diferente tamaño mediante un arco, correspondiendo la de menor tamaño al antiguo presbiterio. Por su función religiosa, es aquí donde en 1526 se ofició la boda entre el Emperador Carlos V e Isabel de Portugal, y, por ello, el monarca ordenó la construcción del techo que hoy da nombre a la sala. Se cree que esta obra la realizó entre 1541 y 1543 Sebastián de Segovia, siguiendo el tratado de Sebastiano Serlio.

Sevilla, Patio de Muñecas

Patio de Muñecas.

Volvamos ahora al Patio de Muñecas, de tamaño mucho menor que el de las Doncellas y sobre el que se articulan las dependencias privadas del palacio. En él, tenemos una galería inferior cubierta de yeserías de estilo granadino, con unas arcadas apoyadas sobre columnas de mármol blanco, rosa y negro que fueron traídas desde Medina Azahara en tiempos de Al-Mutamid. El nombre “de Muñecas” se debe a las tres cabezas situadas en los arranques del arco más cercano al vestíbulo. Entre los siglos XVI y XVII, se construyó la galería superior, que fue posteriormente restaurada durante el siglo XIX.

Este patio comunica, por el Sur, con la Sala colateral (Norte) al Salón de Embajadores, por el Este, con el Salón de Pasos Perdidos, por el Norte, con el Cuarto del Príncipe, y por el Oeste, con la Sala del Techo de los Reyes Católicos. Tratados ya las dos primeras dependencias, veamos a continuación las otras dos.

El Cuarto del Príncipe es una sala rectangular dividida en tres espacios por sendos arcos, con el resultado de un espacio central mucho mayor que los dos de los extremos, siendo estos últimos sendas alcobas. Esta sala era el dormitorio de verano de la reina y el nombre actual lo toma por haber sido aquí donde la Reina Isabel de Castilla dio a luz, en 1478, a su hijo Juan.

Sevilla, Sala del Techo de los Reyes Católicos

Sala del Techo de los Reyes Católicos.

La Sala del Techo de los Reyes Católicos toma su nombre de haber sido durante su reinado cuando se colocó el actual techo. Éste, construido en madera con labor de lacería taraceada, se levanta sobre un friso en el que se van alternando el escudo de los Reyes Católicos, en el que destaca el águila de San Juan, símbolo de este evangelista, de quien era muy creyente Isabel “la Católica”; el yugo, que representa la letra Y de Ysabel; y las flechas, con las que se identifica la “F” de Fernando “el Católico”.

Sevilla, Arco de Pavones en el Salón del Techo de Felipe II

Arco de Pavones en el Salón del Techo de Felipe II.

La anterior sala comunica por su lateral Sur con la Sala de la Media Caña, o Salón del Techo de Felipe II, llamado así por la cubierta de estilo manierista que la cubre, cuyo diseño corresponde a Martín Infante, mientras que la pintura y el dorado se deben a Baltasar de Bracamonte.

Esta dependencia se extiende a todo lo largo del Salón de Embajadores y de las dos salas colaterales que lo flanquean, y se comunica con aquel mediante el Arco de los Pavones, llamado así por los dos pavos reales que aparecen decorando las albanegas. Esta obra fue realizada durante el reinado de Pedro I y en él, además de contar con influencias musulmanas, cristianas y orientales, se refleja la inclinación por la cetrería176 de este monarca.

Las dependencias que hemos visto hasta ahora son todas de la planta baja y corresponden, aunque modificadas posteriormente, a las que fueron construidas durante el reinado de Pedro I. Por encima de ellas, se encuentra la primera planta del palacio, que fue levantada en su mayoría durante posteriores reinados, por lo que no hacemos mención de ella aquí. No obstante, si citamos la posible existencia en tiempos de Pedro I de una Cámara Real alta, única dependencia superior entonces, formada por una sala central y una galería junto a la fachada, separadas ambas por tres arcos. La estancia tendría planta rectangular y dos alcobas delimitadas por intercolumnios177.

Localización: Patio de Banderas, s/n. 41004 Sevilla.


Sevilla, Casa de Olea

Casa de Olea.

El último de los edificios del siglo XIV que veremos en esta página es la conocida como Casa de Olea, situada en el número 10 de la Calle Guzmán el Bueno.

Se trata de una casa-patio cuyo núcleo principal fue construido durante la segunda mitad del siglo XIV, en el cual se fueron realizando posteriores intervenciones a lo largo de los siglos XVI, XVIII y XIX, afectando las más recientes sobre todo a las plantas superiores.

De tres plantas de altura, la fachada principal guarda una perfecta simetría entre los distintos vanos que en ella se abren, quedando dividida en calles por pilastras corintias cuyo fuste parece hecho de sillares. Centrada en la planta baja, se halla la puerta adintelada y carente de decoración, más allá de la moldura que hay sobre el dintel y en la que descansan las ménsulas que sostienen el piso del balcón superior. Los vanos laterales de la última planta tienen una baranda de forja, pero no sobresalen, mientras que los del piso intermedio son ventanas cerradas con rejería. Todos ellos son adintelados, como la puerta de entrada.

Tras atravesar la puerta, una zona acodada nos conduce hasta el patio, alrededor del cual quedan distribuidas las distintas dependencias del inmueble. Es éste un espacio porticado con columnas de mármol que sustentan una serie de arcos peraltados que enmarcan sendos alfices. De este patio, parte una magnífica escalera que nos lleva a la segunda planta.

Han llegado a nuestros días varios restos de la edificación original medieval, como es el caso, en la planta baja, del dormitorio de las niñas y un salón que funciona en la actualidad como capilla.

El citado dormitorio cuenta con arcos de herradura apuntados y un pequeño arco de yeserías. En cuanto a la capilla, ésta es de planta cuadrada y queda rodeada por anchos muros, además de disponer de dos crujías178, una de ellas cubierta por un alfarje ornamentado pictóricamente con motivos heráldicos y vegetales. Son destacables los zócalos de alicatados con ruedas de lazo de la portada, muy parecidos a los que se hallan en el Alcázar de Sevilla, así como las yeserías con decoración de ataurique179, inscripciones cúficas y veneras180 en el intradós del arco. Esta ornamentación se repetirá en el muro frontal, donde hay una hornacina, al igual que en las otras dos portadas. En cuanto a la cubrición, es abovedada probablemente desde el siglo pasado, momento en que se perdería la armadura de la cubierta ochavada que tenía originalmente.

Asimismo, en el siglo XIX, se reformaría toda la planta alta, contando con magníficos salones estucados181 en estilo inglés y añadiéndose una chimenea de mármol.

En la actualidad, la Casa de Olea acoge las instalaciones del Centro de Educación Infantil “San José de la Montaña”, colegio religioso a cargo de la Congregación “Madres de Desamparados y San José de la Montaña”.

El 4 de junio de 1931, tal y como apareció publicado en el número 155 de la “Gaceta de Madrid”, el inmueble fue declarado Monumento Histórico-Artístico, siendo hoy un Bien de Interés Cultural.

Localización: Calle Guzmán el Bueno, 10. 41004 Sevilla.


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Lourdes Morales Farfán es Licenciada en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. ↑



GLOSARIO

- 1 Benimerín: Dicho de una persona: De una tribu belicosa de Marruecos que durante los siglos XIII y XIV fundó una dinastía en el norte de África y sustituyó a los almohades2 en el imperio de la España musulmana.
- 2 Almohade: Seguidor de Aben Tumart, jefe musulmán que en el siglo XII fanatizó a las tribus occidentales de África y dio ocasión a que se fundase un nuevo imperio con ruina del de los almorávides3.
- 3 Almorávide: Dicho de una persona: De una tribu guerrera del Atlas que fundó un vasto imperio en el occidente de África y llegó a dominar toda la España árabe desde 1093 hasta 1148.
- 4 Merced: Dádiva o gracia de empleos o dignidades, rentas, títulos nobiliarios, etc., que los reyes o señores hacen a sus súbditos.
- 5 Mudéjar: Dicho de un estilo arquitectónico: Que floreció en España desde el siglo XIII hasta el XVI, caracterizado por la conservación de elementos del arte cristiano y el empleo de la ornamentación árabe.
- 6 Corregidor: Alcalde que libremente nombraba el rey en algunas poblaciones importantes para presidir el ayuntamiento y ejercer varias funciones gubernativas.
- 7 Arcediano: Juez ordinario que ejercía jurisdicción delegada de la episcopal en determinado territorio, y que más tarde pasó a formar parte del cabildo8 catedral.
- 8 Cabildo: Cuerpo o comunidad de eclesiásticos capitulares de una iglesia catedral o colegial.
- 9 Collación: Colación. // Territorio o parte de vecindario que pertenece a cada parroquia en particular.
- 10 Alminar: Torre de las mezquitas, por lo común elevada y poco gruesa, desde cuya altura convoca el almuédano11 a los musulmanes en las horas de oración.
- 11 Almuédano: Musulmán que desde el alminar convoca en voz alta al pueblo para que acuda a la oración.
- 12 Yamur: En la arquitectura islámica, remate con el que se suelen terminar los alminares de las mezquitas. Se compone de una barra vertical metálica en la que se insertan unas bolas de bronce, cobre o latón en orden de tamaño decreciente de abajo hacia arriba, finalizando con una media luna. Además de ser un elemento ornamental, el yamur tiene un carácter protector de la mezquita. Aunque pueden colocarse dos o cuatro bolas, lo habitual es que éstas sean tres y se dice que representarían a los tres profetas más importantes del Islam (Mahoma, Moisés y Jesucristo) o a los tres mundos en los que se da a conocer la divinidad islámica (el terrestre, el celestial y el espiritual).
- 13 Aljama: En la Edad Media, mezquita.
- 14 Bula: Documento pontificio relativo a materia de fe o de interés general, concesión de gracias o privilegios o asuntos judiciales o administrativos, expedido por la Cancillería Apostólica y autorizado por el sello de su nombre u otro parecido estampado con tinta roja.
- 15 Estofar: Dar de blanco a las esculturas en madera para dorarlas y bruñirlas16 después.
- 16 Bruñir: Sacar lustre o brillo a un metal, una piedra, etc.
- 17 Deán: Canónigo que preside el cabildo de la catedral.
- 18 Fanega: Medida de capacidad para áridos19 que, según el marco de Castilla, tiene 12 celemines20 y equivale a 55,5 litros, pero es muy variable según las diversas regiones de España.
- 19 Árido: Granos, legumbres y otros frutos secos a que se aplican medidas de capacidad.
- 20 Celemín: Medida de capacidad para áridos, que tiene 4 cuartillos21 y equivale en Castilla a 4,625 litros aproximadamente.
- 21 Cuartillo: Medida de capacidad para áridos, cuarta parte de un celemín, equivalente a 1156 mililitros aproximadamente.
- 22 Ducado: Moneda de oro que se usó en España hasta fines del siglo XVI, de valor variable.
- 23 Custodia: En el culto católico, pieza de oro, plata u otro metal, donde se expone la hostia consagrada a la adoración de los fieles. // En el culto católico, templete o trono, generalmente de plata y de grandes dimensiones, donde se coloca la custodia para trasladarla en las procesiones.
- 24 Venerable: Primer título que concede la Iglesia católica a quienes mueren con fama de santidad, y al cual sigue comúnmente el de beato, y por último el de santo.
- 25 Adarve: En las antiguas ciudades musulmanas, callejón particular que daba acceso a las viviendas situadas en él y que se cerraba por las noches.
- 26 Puerta reglar: Puerta por donde se entra a la clausura de los conventos.
- 27 Eucaristía: En la tradición católica, sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.
- 28 Barroco: Dicho de un estilo arquitectónico o de las artes plásticas: Que se desarrolló en Europa e Iberoamérica durante los siglos XVII y XVIII, opuesto al clasicismo29 y caracterizado por la complejidad y el dinamismo de las formas, la riqueza de la ornamentación y el efectismo.
- 29 Clasicismo: Estilo artístico o literario conforme a los ideales de la Antigüedad grecorromana.
- 30 Arco de medio punto: Arco que consta de una semicircunferencia.
- 31 Relicario: Lugar donde están guardadas las reliquias32.
- 32 Reliquia: Parte del cuerpo de un santo. // Aquello que, por haber tocado el cuerpo de un santo, es digno de veneración.
- 33 Filigrana: Obra formada de hilos de oro y plata, unidos y soldados con mucha perfección y delicadeza.
- 34 Presbiterio: Área del altar mayor hasta el pie de las gradas por donde se sube a él, que regularmente suele estar cercada con una reja o barandilla.
- 35 Qubba: Término árabe de la arquitectura islámica típica del arte musulmán con el que se designa una estructura de base cuadrada y cubierta con forma de cúpula generalmente semiesférica. Usualmente, se emplea en monumentos de carácter funerario, así como en salones del trono en palacios. De la palabra “qubba” deriva la española “alcoba”.
- 36 Trompa: Bóveda fuera del paramento de un muro.
- 37 Nervadura: Nervio. // Arco que, cruzándose con otro u otros, sirve para formar la bóveda de crucería38. Es elemento característico del estilo gótico39.
- 38 Bóveda de crucería: Conjunto de nervios que refuerzan y ornamentan las intersecciones de las bóvedas, típico del estilo gótico.
- 39 Gótico: Dicho del arte: Desarrollado en Europa desde finales del siglo XII hasta el Renacimiento40 y caracterizado, en arquitectura, por el arco apuntado41, la bóveda de crucería y los pináculos42.
- 40 Renacimiento: Movimiento artístico europeo, que comienza a mediados del siglo XV, caracterizado por un vivo entusiasmo por el estudio de la Antigüedad clásica griega y latina.
- 41 Arco apuntado: Arco que consta de dos centros situados en la línea de arranque.
- 42 Pináculo: Parte superior y más alta de un edificio o templo. // Remate piramidal o cónico que en la arquitectura gótica cumple una doble función, estética y estructural.
- 43 Ménsula: Elemento perfilado con diversas molduras, que sobresale de un plano vertical y sirve para recibir o sostener algo.
- 44 Linterna: Torre pequeña más alta que ancha y con ventanas, que se pone como remate en algunos edificios y sobre las medias naranjas de las iglesias.
- 45 Casetón: Artesón. // Elemento constructivo poligonal, cóncavo, moldurado y con adornos, que dispuesto en serie constituye el artesonado46.
- 46 Artesonado: Techo, armadura o bóveda con artesones de madera, piedra u otros materiales y con forma de artesa47 invertida.
- 47 Artesa: Cajón cuadrilongo, por lo común de madera, que por sus cuatro lados va angostando hacia el fondo y sirve para amasar el pan y para otros usos.
- 48 Lado del Evangelio y lado de la Epístola: En una Iglesia, se llama lado del Evangelio al situado en la parte izquierda desde el punto de vista de los fieles, mirando éstos hacia el altar, mientras que el de la Epístola es el de la parte derecha. Toman este nombre de los lados del presbiterio desde donde se lee el Evangelio y la Epístola durante la misa.
- 49 Comulgatorio: En un convento de religiosas, ventanilla por donde se les da la comunión.
- 50 Rocalla: Decoración disimétrica inspirada en el arte chino, que imita contornos de piedras y de conchas y caracteriza una modalidad del estilo dominante en el reinado de Luis XV de Francia en la arquitectura, la cerámica y el moblaje.
- 51 Fanal: Campana transparente, por lo común de cristal, que sirve para que el aire no apague la luz puesta dentro de ella o para atenuar y matizar el resplandor. // Campana de cristal cerrada por arriba, que sirve para resguardar del polvo lo que se cubre con ella.
- 52 Columna salomónica: Columna que tiene el fuste53 contorneado en espiral.
- 53 Fuste: Parte de la columna que media entre el capitel54 y la basa55.
- 54 Capitel: Parte superior de una columna o de una pilastra, que la corona con forma de moldura y ornamentación, según el orden arquitectónico a que corresponde.
- 55 Basa: Asiento sobre el que se pone la columna o la estatua.
- 56 Facistol: Atril grande en que se ponen el libro o libros para cantar en la iglesia y que, en el caso del que sirve para el coro, suele tener cuatro caras que permiten colocar varios volúmenes.
- 57 Óculo: Ventana pequeña redonda u ovalada.
- 58 Enlucir: Poner una capa de yeso o mezcla a las paredes, techos o fachadas de los edificios.
- 59 Compás: Atrio60 o lonja61 de una iglesia o convento.
- 60 Atrio: Andén que hay delante de algunos templos y palacios, por lo regular enlosado y más alto que el piso de la calle.
- 61 Lonja: Atrio algo levantado del piso de las calles, al que regularmente salen las puertas de los templos y otros edificios.
- 62 Manierismo: Estilo artístico y literario del Renacimiento tardío, caracterizado por su refinamiento y artificiosidad.
- 63 Alguacil mayor: Cargo honorífico que había en las ciudades y villas del reino o en algunos tribunales, como las chancillerías64.
- 64 Chancillería: En la corona de Castilla, cada uno de los dos altos tribunales radicados en Valladolid y Granada.
- 65 Desamortización: Desamortizar: Poner en estado de venta los bienes de manos muertas, mediante disposiciones legales. Por medio de varias desamortizaciones, se pusieron a la venta terrenos y otras propiedades de las llamadas “manos muertas” (la Iglesia y las órdenes eclesiásticas), quienes mediante donaciones y testamentos habían llegado a tener una extensión de terreno sólo inferior a las del rey y la aristocracia. Por estas expropiaciones y ventas la Iglesia no recibió nada a cambio. La Desamortización del ministro Mendizábal, llevada a cabo en 1836, fue una de las mayores y obtuvo unos resultados muy alejados de lo que se deseaba: la creación de una clase media en España. Sin embargo, sí fue de gran importancia en la historia de España, al expropiar gran parte de las posesiones eclesiásticas sin recibir la Iglesia, como decimos, nada a cambio. Desgraciadamente, las comisiones municipales encargadas de gestionar los trámites modificaron los lotes de terreno en venta, agrupándolos en grandes partidas que alcanzaban unos precios sólo asumibles por la nobleza y la burguesía adinerada.
- 66 Ostensorio: Custodia que se emplea para la exposición del Santísimo en el interior de las iglesias o para ser conducida procesionalmente llevada por el sacerdote. // Parte superior de la custodia, donde se coloca el viril67.
- 67 Viril: Caja de cristal con cerquillo de oro o dorado, que encierra la forma consagrada y se coloca en la custodia para la exposición del Santísimo, o que guarda reliquias y se coloca en un relicario.
- 68 Logia: Galería exterior con arcos sobre columnas, techada y abierta por uno o más lados.
- 69 Medianera: Dicho de una pared, y por extensión, de un elemento divisorio: Común a dos casas, construcciones o fincas contiguas.
- 70 Peraltar: Levantar la curva de un arco, bóveda o armadura más de lo que corresponde al semicírculo.
- 71 Alfiz: Recuadro del arco árabe, que envuelve las albanegas72 y arranca bien desde las impostas74, bien desde el suelo.
- 72 Albanega: Espacio triangular comprendido entre la rosca73 de un arco y el alfiz.
- 73 Rosca: Faja de material que, sola o con otras concéntricas, forma un arco o bóveda.
- 74 Imposta: Hilada de sillares algo voladiza, a veces con moldura, sobre la cual va sentado un arco.
- 75 Vano: En una estructura de construcción, distancia libre entre dos soportes y, en un puente, espacio libre entre dos pilas o entre dos estribos consecutivos.
- 76 Grutesco: Dicho de un adorno: De bichos, sabandijas, quimeras y follajes.
- 77 Intradós: Superficie inferior de un arco o bóveda.
- 78 Cortejo: Conjunto de personas que forma el acompañamiento en una ceremonia.
- 79 Cartela: Pedazo de cartón, madera u otra materia, a modo de tarjeta, destinado para poner o escribir en él algo.
- 80 Trapezoide: Cuadrilátero irregular que no tiene ningún lado paralelo a otro.
- 81 Arco escarzano: Arco que es menor que la semicircunferencia del mismo radio.
- 82 Balaustrada: Serie u orden de balaustres83, y, por extensión, barandilla o antepecho84.
- 83 Balaustre: Cada una de las columnas pequeñas, generalmente con molduras, que con los barandales forman las barandillas o antepechos de balcones, azoteas, corredores y escaleras.
- 84 Antepecho: Pretil o baranda que se coloca en lugar alto para poder asomarse sin peligro de caer.
- 85 Tondo: Adorno circular rehundido en un paramento.
- 86 Olambrilla: Azulejo decorativo de unos siete centímetros de lado, que se combina con baldosas rectangulares, generalmente rojas, para formar pavimentos y revestir zócalos.
- 87 Refectorio: En las comunidades y en algunos colegios, habitación destinada para juntarse a comer.
- 88 Estigma: Huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos extáticos89, como símbolo de la participación de sus almas en la pasión de Cristo.
- 89 Extático: Que está en éxtasis, o lo tiene con frecuencia o habitualmente.
- 90 Incensario: Brasero pequeño con cadenillas y tapa, que sirve para incensar91.
- 91 Incensar: Dirigir con el incensario el humo del incienso hacia alguien o algo.
- 92 Alegoría: Ficción en virtud de la cual un relato o una imagen representan o significan otra cosa diferente.
- 93 Dintel: Pieza horizontal superior de puertas, ventanas y otros huecos, apoyada en sus extremos sobre las jambas94 y destinada a soportar cargas.
- 94 Jamba: Cada una de las dos piezas que, dispuestas verticalmente en los dos lados de una puerta o ventana, sostienen el dintel o el arco de ella.
- 95 Frontón: Remate triangular o curvo de una fachada, un pórtico, una puerta o una ventana.
- 96 Ojival: Dicho de un estilo arquitectónico: Que dominó en Europa durante los tres últimos siglos de la Edad Media, y cuyo fundamento estaba en el empleo de la ojiva97 para toda clase de arcos.
- 97 Ojiva: Figura formada por dos arcos de círculo iguales, que se cortan en uno de sus extremos y volviendo la concavidad el uno al otro.
- 98 Espinazo: Clave99 de una bóveda o de un arco.
- 99 Clave: Piedra central y más elevada con que se cierra el arco o la bóveda.
- 100 Atlante: Estatua de hombre que hace la función de columna.
- 101 Querubín: En la tradición católica, cada uno de los espíritus celestes que forman su segundo coro y, junto con los serafines102 y los tronos, la primera jerarquía, la cual contempla directamente a Dios y canta su gloria.
- 102 Serafín: En la tradición católica, cada uno de los espíritus celestes que forman su primer coro y, junto con los querubines y los tronos, la primera jerarquía, la cual contempla directamente a Dios y canta su gloria.
- 103 Estípite: Pilastra en forma de pirámide truncada104 invertida, con un elemento figurativo en la parte superior.
- 104 Pirámide truncada: Parte de la pirámide comprendida entre la base y otro plano que corta a todas las aristas laterales.
- 105 Lábaro: Estandarte que usaban los romanos. // Monograma formado por la cruz y las dos primeras letras del nombre griego de Cristo, que se puso en el lábaro por mandato de Constantino. // Rel. Cruz sin el monograma de Cristo.
- 106 Tenante: Cada una de las figuras de ángeles u hombres que sostienen el escudo.
- 107 Tarja: Tarjeta. // Adorno plano y oblongo sobrepuesto a un elemento arquitectónico, que por lo común lleva inscripciones, empresas o emblemas.
- 108 Sillería: Fábrica hecha de sillares109 asentados unos sobre otros y en hileras.
- 109 Sillar: Piedra labrada, por lo común en forma de paralelepípedo110 rectángulo, que forma parte de un muro de sillería.
- 110 Paralelepípedo: Sólido limitado por seis paralelogramos111, cuyas caras opuestas son iguales y paralelas.
- 111 Paralelogramo: Cuadrilátero112 cuyos lados opuestos son paralelos entre sí.
- 112 Cuadrilátero: Dicho de un polígono: Que tiene cuatro ángulos y cuatro lados.
- 113 Mecenazgo: Protección o ayuda dispensadas a una actividad cultural, artística o científica.
- 114 Claustral: Dicho de un religioso: Que vive en monasterio o convento.
- 115 Serliano: Se trata de un recurso arquitectónico muy usado durante el período del Renacimiento y, más adelante, en el Neoclásico, y que consiste en combinar arcos de medio punto con vanos adintelados. Su nombre proviene del arquitecto Sebastiano Serlio, el primero que teorizó sobre dicho recurso.
- 116 Expendeduría: Tienda en que se vende al por menor tabaco u otros efectos, estancados117 o monopolizados.
- 117 Estancar: Prohibir el curso libre de cierta mercancía, concediendo su venta a determinadas personas o entidades.
- 118 Arco carpanel: Arco que consta de varias porciones de circunferencia tangentes entre sí y trazadas desde distintos centros.
- 119 Orden toscano: Orden que se distingue por ser más sólido y sencillo que el dórico120.
- 120 Orden dórico: Orden que tiene la columna de ocho módulos121 o diámetros a lo más de altura, el capitel sencillo y el friso122 adornado con metopas126 y triglifos127.
- 121 Módulo: Medida que se usa para las proporciones de los cuerpos arquitectónicos. En la antigua Roma, era el semidiámetro del fuste en su parte inferior.
- 122 Friso: Parte del entablamento123 en los órdenes clásicos que media entre el arquitrabe124 y la cornisa125, en ocasiones ornamentado de triglifos, metopas u otros elementos.
- 123 Entablamento: Conjunto de molduras que corona un edificio o un orden de arquitectura y que ordinariamente se compone de arquitrabe, friso y cornisa.
- 124 Arquitrabe: Parte inferior del entablamento, la cual descansa inmediatamente sobre el capitel de la columna.
- 125 Cornisa: Parte superior del entablamento de un pedestal, edificio o habitación.
- 126 Metopa: En el friso dórico, espacio que media entre triglifo y triglifo.
- 127 Triglifo: Adorno del friso dórico que tiene forma de rectángulo saliente y está surcado por dos glifos128 centrales y medio glifo a cada lado.
- 128 Glifo: Canal vertical poco profundo que decora el frente de los triglifos en los órdenes clásicos.
- 129 Enjuta: Albanega. // Espacio triangular comprendido entre la rosca de un arco y el alfiz.
- 130 Formero: Cada uno de los arcos en que descansa una bóveda baída131. // En Andalucía: Armazón que sostiene un arco.
- 131 Bóveda baída/vaída: Bóveda formada por una semiesfera cortada por cuatro planos verticales, que corresponden a los lados de un rectángulo inscritos en un círculo.
- 132 Fajón: Arco de refuerzo de una bóveda.
- 133 Pantocrátor: En el arte bizantino134 y románico135, representación del Salvador sentado, bendiciendo, y encuadrado en una curva cerrada en forma de almendra.
- 134 Bizantino: Perteneciente o relativo al arte que surge en el Imperio bizantino en el siglo IV y se extiende en los siglos sucesivos.
- 135 Románico: Dicho de un estilo arquitectónico: Que dominó en Europa durante los siglos XI, XII y parte del XIII, caracterizado por el empleo de arcos de medio punto, bóvedas en cañón136, columnas exentas y a veces resaltadas en los machones137, y molduras robustas.
- 136 Bóveda de cañón: Bóveda de superficie generalmente semicilíndrica que cubre el espacio comprendido entre dos muros paralelos.
- 137 Machón: Pilar de fábrica.
- 138 Tapial: Pared o trozo de pared que se hace con tierra amasada.
- 139 Arquivolta: Moldura que decora la cara exterior de un arco.
- 140 Almohadilla: Parte del sillar que sobresale de la obra, con las aristas achaflanadas141 o redondeadas.
- 141 Chaflán: Cara, por lo común larga y estrecha, que resulta, en un sólido, de cortar por un plano una esquina o ángulo diedro142. // Plano largo y estrecho que, en lugar de esquina, une dos paramentos o superficies planas que forman ángulo.
- 142 Ángulo diedro: Cada una de las dos porciones del espacio limitadas por dos semiplanos que parten de una misma recta.
- 143 Cariátide: Estatua de mujer con traje talar144, que hace función de columna.
- 144 Talar: Dicho de un traje o de una vestidura: Que llega hasta los talones.
- 145 Almizate: Punto central del harneruelo146 en los techos de maderas labradas.
- 146 Harneruelo: Paño horizontal que forma el centro de la mayor parte de los alfarjes147.
- 147 Alfarje: Techo con maderas labradas y entrelazadas artísticamente, dispuesto o no para pisar encima.
- 148 Mocárabe: Labor formada por la combinación geométrica de prismas acoplados, cuyo extremo inferior se corta en forma de superficie cóncava, que se usa como adorno de bóvedas, cornisas, etc.
- 149 Arrocabe: Maderamen150 colocado sobre los muros de carga de un edificio para ligarlos entre sí y con la armadura que han de sostener. // Adorno a manera de friso.
- 150 Maderamen: Conjunto de maderas que entran en una obra.
- 151 Mascarón: Cara disforme o fantástica que se usa como adorno en ciertas obras de arquitectura.
- 152 Bóveda de arista: Bóveda claustral. // Bóveda de aljibe. // Bóveda cuyos dos cañones semicilíndricos se cortan el uno al otro.
- 153 Camarín: En un templo, capilla pequeña, generalmente exenta, donde se rinde culto a una imagen muy venerada.
- 154 Orden corintio: Orden que tiene la columna de unos diez módulos o diámetros de altura, el capitel adornado con hojas de acanto155 y caulículos156, y la cornisa con modillones158.
- 155 Acanto: Planta de la familia de las acantáceas, perenne, herbácea, con hojas anuales, largas, rizadas y espinosas.
- 156 Caulículo: Cada uno de los vástagos o tallos que nacen del interior de las hojas de acanto del capitel corintio y se vuelven en espiral bajo el ábaco157.
- 157 Ábaco: Conjunto de molduras, generalmente en forma de dado, que corona el capitel y tiene la función de recibir directamente la carga del arquitrabe.
- 158 Modillón: Miembro voladizo sobre el que se asienta una cornisa o alero, o los extremos de un dintel.
- 159 Lacería: Conjunto de lazos160, especialmente en labores de adorno.
- 160 Lazo: Adorno de líneas y florones enlazados unos con otros que se hace en las molduras, frisos y otras cosas.
- 161 Alarife: Arquitecto o maestro de obras. // Albañil.
- 162 Baja Edad Media: Período que abarca los últimos siglos de la Edad Media.
- 163 Montero: Persona que busca y persigue la caza en el monte, o la ojea hacia el sitio en que la esperan los cazadores.
- 164 Sebka: En arquitectura, término que hace referencia a un elemento ornamental característico del arte islámico con forma de retícula165 oblicua166 como si fuera un entrelazado geométrico de rombos con el que se cubren diferentes tipos de paramentos. Generalmente, se compone de piezas cerámicas o de ladrillos que crean formas mixtilíneas o lobuladas y que aparecen organizadas en los paramentos a modo de paneles, compartimentando el espacio, de ahí que reciban el nombre de “paños de sebka”. Fue ampliamente utilizado y desarrollado en época almohade, continuando su uso en el arte nazarí167 y mudéjar cristiano.
- 165 Reticular: De forma de redecilla o red.
- 166 Oblicua: Dicho de un plano o de una línea: Que corta a otro plano u otra línea, formando un ángulo que no es recto.
- 167 Arte nazarí: Último estilo del arte hispanomusulmán, desarrollado durante los siglos XIII al XV y que contribuyó al surgimiento del arte mudéjar.
- 168 Cúfico: Dicho de una escritura o de un alfabeto: Empleado antiguamente por los árabes.
- 169 Pámpano: Pámpana. // Hoja de la vid.
- 170 Alcazaba: Recinto fortificado, dentro de una población murada, para refugio de la guarnición.
- 171 Ataujerada: Decoración aplicada a la madera, consistente en lacerías compuestas por un entramado de listones que se clavetean sobre un panel.
- 172 Arco de herradura: Arco que tiene más de media circunferencia y cuyos arranques vuelan tanto como la imposta.
- 173 Taracea: Entarimado hecho de maderas finas de diversos colores formando dibujo.
- 174 Pechina: Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos que forman el anillo de la cúpula con los arcos torales175 sobre los que estriba.
- 175 Arco toral: Cada uno de los cuatro en que estriba la media naranja de un edificio.
- 176 Cetrería: Arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los halcones y demás aves que sirven para la caza de volatería. // Caza menor que se hace con halcones, azores y otras aves.
- 177 Intercolumnio: Espacio entre dos columnas.
- 178 Crujía: Espacio comprendido entre dos muros de carga.
- 179 Ataurique: Ornamentación árabe de tipo vegetal.
- 180 Venera: Concha de la vieira, semicircular, formada por una valva plana y otra muy convexa, de diez a doce centímetros de diámetro, rojizas por fuera y blancas por dentro, con dos orejuelas laterales y catorce estrías radiales a modo de costillas gruesas.
- 181 Estucar: Dar a algo con estuco182 o blanquearlo con él.
- 182 Estuco: Masa de yeso blanco y agua de cola, con la cual se hacen y preparan objetos que después se doran o pintan. // Revestimiento continuo, compuesto de cal apagada y polvo de mármol, y a veces de alabastro o yeso.

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PUERTO: - Por Sevilla pasa el Guadalquivir, el único río navegable de España, por lo que es posible llegar a la ciudad desde el Océano Atlántico.


BIBLIOGRAFIA Y ENLACES EXTERNOS:
- Manuel Jesús Roldán: "Historia de Sevilla"; Editorial Almuzara; ISBN: 978-84-16100-18-7; Depósito Legal: CO-690-2014.
- Rafael Sánchez Mantero: "Historia Breve de Sevilla"; Silex Ediciones; ISBN: 84-7737-038-9; Depósito Legal: M-26207-2000.
- José María de Mena: "Historia de Sevilla"; Plaza&Janés Editories, S.A.; ISBN: 84-01-37200-3; Depósito Legal: B.37.692-1987.
- Miguel Ángel Ladero Quesada: "Historia de Sevilla - La Ciudad Medieval"; Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla; ISBN: 84-7405-163-0; Depósito Legal: VA.118-1980.
- Manuel Jesús Roldán: “Iglesias de Sevilla”; Editorial Almuzara; ISBN: 978-84-92924-61-5; Depósito Legal: J-1238-2010.
- Manuel Jesús Roldán: “Conventos de Sevilla”; Editorial Almuzara; ISBN: 978-84-15338-28-4; Depósito Legal: J-1798-2011.
- Ana Marín Fidalgo: "El Alcázar de Sevilla bajo los Austrias"; Edicioes Guadalquivir, S.L.; ISBN: 84-86080-28-2; Depósito Legal: SE-810-1990.
- Jaime Passolas Jáuregui: "Apuntes para conocer Sevilla"; Editorial Jirones de Azul; I.S.B.N.: 84-935059-2-7; Depósito Legal: SE-4393-06.
- José María Montero de Espinosa: “Antigüedades del Convento Casa Grande de San Agustín de Sevilla y noticias del Santo Crucifixo que en él venera”; Sevilla, 1817; Imprenta de Antonio Carrera y Compañía. Disponible en PDF en el siguiente enlace
- Memoria del Plan Especial de Protección del Convento de San Agustín, realizado por Cruz y Ortiz Arquitectos, presentado en diciembre de 2018 y aprobado por el Ayuntamiento de Sevilla el 29 de marzo de 2019.
- Guillermo Fatás y Gonzalo M. Borrás: "Diccionario de Términos de Arte"; Alianza Editorial, S.A., ISBN: 84-7838-388-3; Depósito Legal: M-26.868-1993.
- Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía - Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico
- Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla
- tesauros del Patrimonio Cultural de España
- DRAE

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